La ciudad de Pokrovsk, un nudo logístico crítico en el Donbás, atraviesa una de las fases más intensas de la guerra desde Avdiivka: Moscú empuja con todo lo que tiene para cumplir el plazo impuesto por Vladimir Putin de capturar la ciudad antes de mediados de noviembre. Sin embargo, la resistencia ucraniana ralentiza cada metro de avance en un escenario de combate urbano extremadamente costoso.

Según evaluaciones del Institute for the Study of War (ISW), Rusia avanza, pero a un ritmo “lento y desgastante”, producto de la dispersión de fuerzas en al menos siete ejes ofensivos simultáneos. Pese a las órdenes directas del Kremlin y a casi dos años de ataques continuos en torno a Pokrovsk, la ofensiva rusa no logra cerrar el cerco y aislar a la guarnición ucraniana.
El panorama es el habitual en la guerra actual: combates calle por calle, uso intensivo de drones FPV, desgaste en posiciones fortificadas y pequeñas ganancias tácticas a cambio de pérdidas enormes. El ISW advierte que la multiplicidad de ofensivas rusas —algunas coordinadas, otras independientes— fragmenta recursos y limita la posibilidad de un golpe decisivo en Pokrovsk. Aun así, la ciudad podría caer, solo que a un costo todavía más elevado y en un plazo mayor al que exige Moscú.
Por qué Pokrovsk importa
Pokrovsk funciona como un centro logístico esencial para sostener operaciones ofensivas y defensivas en la región. Es uno de los pocos nodos ferroviarios y viales que permiten rotación de tropas, reabastecimiento, evacuación médica y reposicionamiento rápido hacia varias líneas del frente.
Si Rusia toma la ciudad, Ucrania enfrentará una complicación significativa: su cinturón defensivo occidental en Donetsk perdería coherencia, forzando repliegues hacia posiciones más profundas y menos preparadas. La caída de Pokrovsk por sí sola no define la guerra, pero hace retroceder la línea defensiva ucraniana varios meses. Por eso Kiev mantiene allí unidades experimentadas, incluso en inferioridad numérica y con riesgo de quedar semirrodeadas.

Sin embargo, aún con el impulso político del Kremlin, la ofensiva rusa sigue atada a su lógica principal: avances mínimos a cambio de pérdidas gigantescas. Según estimaciones occidentales citadas en el informe, Rusia acumula desde el inicio de la guerra más de 1,2 millones de bajas entre muertos y heridos. Solo en 2024 perdió unos 420.000 hombres, y para 2025 las cifras proyectan cerca de 400.000. Moscú compensa con una capacidad de movilización enorme, pero el desgaste es estructural.
Ucrania, por su parte, enfrenta desafíos propios: déficit de rotación, agotamiento, escasez de artillería y un número creciente de unidades completas reducidas solo a pequeños grupos de combate. Como advierte el ISW, la estructura defensiva ucraniana es eficaz en entorno urbano y hace extremadamente difícil una ruptura rápida. Pese a todo, las fuerzas rusas están dispuestas a sostener un nivel de pérdidas que a Ucrania le resulta muy difícil igualar sin un flujo sostenido de hombres, blindados y municiones occidentales.
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