Un alto funcionario ucraniano afirmó en una entrevista que el país se enfrenta al “invierno más duro desde 2022”, en un contexto marcado por la intensificación de ataques rusos contra redes eléctricas, gasoductos y centros de distribución energética. El Gobierno advierte que las próximas semanas determinarán la capacidad de Ucrania para sostener servicios básicos, preservar la cohesión social y mantener la estabilidad militar en el frente oriental.

Según el funcionario en una entrevista a la BBC, “todas las instituciones deben prepararse para el peor escenario”, ya que Rusia apunta a destruir infraestructura energética, logística y de distribución. Esta lectura coincide con advertencias recientes del OCHA, que alertó sobre “riesgos críticos para hogares, escuelas y centros médicos” ante un invierno marcado por ataques sistemáticos.
La presión sobre el sistema energético se intensificó en octubre, cuando Rusia lanzó 268 misiles balísticos —el mayor número desde el inicio de la invasión— y más de 5.000 drones Shahed y otros modelos de ataque. De acuerdo con DTEK, la principal empresa energética privada, la magnitud y frecuencia de los ataques sugiere que Moscú busca degradar de forma permanente la generación eléctrica y la producción de gas, especialmente en Poltava y Járkiv. El impacto es significativo: Ucrania podría haber perdido un tercio de su capacidad de extracción de gas antes del inicio del invierno.
El deterioro de la moral social también aparece como un factor clave. El mismo funcionario citado describe un posible escenario de “agotamiento social”, en un país donde la rutina diaria está marcada por cortes de luz, sirenas, refugios improvisados y una población con altos índices de insomnio según estudios recientes. El Gobierno teme que una combinación de frío extremo, apagones prolongados y presión militar rusa busque erosionar la cohesión interna y provocar descontento.

A nivel militar, la situación en el frente oriental añade complejidad al escenario invernal. Pokrovsk —un nodo logístico clave— enfrenta una ofensiva intensificada que podría modificar el equilibrio táctico en Donetsk. Si la ciudad cae, Rusia ganaría una posición avanzada para operar hacia Kramatorsk y Sloviansk. Mandos ucranianos, citados en informes locales, reconocen las dificultades para sostener líneas defensivas con una proporción de fuerzas adversa en sectores urbanos, donde Rusia opera con superioridad numérica.
En paralelo, las perspectivas diplomáticas muestran un freno marcado. La BBC confirmó que el encuentro previsto entre Donald Trump y Vladimir Putin quedó en suspenso tras el endurecimiento de las exigencias rusas y nuevas sanciones de Washington sobre petróleo y gas. Europa, por su parte, mantiene un debate trabado sobre el uso de activos rusos congelados para financiar un préstamo de 140.000 millones de euros destinado a sostener las cuentas públicas de Kiev. Sin ese instrumento, Ucrania podría enfrentar una crisis fiscal a principios de 2026.

El análisis de Politico Europe complementa este panorama: señala que este invierno no solo será un desafío energético, sino una prueba de estabilidad para el gobierno, afectado por investigaciones por corrupción en contratos de defensa y administración de empresas estatales. La combinación de presión militar, riesgo financiero y vulnerabilidad energética convierte a los próximos meses en un punto de inflexión estratégico.
Pese a este escenario, encuestas del Instituto Internacional de Sociología de Kiev registraron en octubre un aumento del optimismo respecto al futuro, lo que sugiere resiliencia social, incluso bajo condiciones adversas. El funcionario fue tajante: “Si llegamos al 1 de abril, ganaremos la guerra”. La ecuación es clara: resistir los próximos meses será decisivo para definir el margen de negociación de Ucrania en 2026.
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