El portaaviones estadounidense USS George Washington (CVN-73), perteneciente al Carrier Strike Group 5 (CSG-5), arribó este miércoles al puerto naval de Busan, en el sureste de Corea del Sur, en una escala que reafirma la cooperación estratégica y la postura de defensa combinada entre Washington y Seúl frente al creciente clima de tensión en la península coreana.

Según informó la Armada surcoreana (ROKN) a través de la agencia Yonhap, la entrada del buque nuclear al principal puerto naval del país marca la primera visita de un portaaviones estadounidense desde que el presidente Lee Jae Myung asumió el cargo en junio de 2025, y constituye además la primera escala de un buque de este tipo en ocho meses, tras la llegada del USS Carl Vinson en marzo.
Una visita con alto contenido disuasorio
El USS George Washington llegó acompañado por el crucero lanzamisiles USS Robert Smalls y los destructores USS Milius y USS Shoup, todos equipados con sistemas de combate Aegis y capacidad de defensa antiaérea y antisubmarina avanzada. Oficialmente, la Armada surcoreana indicó que la escala tiene como objetivo reabastecer suministros y otorgar descanso a la tripulación, pero diplomáticos y analistas regionales coinciden en que la visita representa una señal de disuasión explícita hacia Corea del Norte, especialmente luego de que Pyongyang calificara el despliegue como una muestra de la “voluntad más hostil y confrontativa de Washington”, según declaraciones de Kim Yo-jong, hermana del líder Kim Jong-un.

La llegada del portaaviones ocurre además en el marco del fortalecimiento del eje de seguridad trilateral entre Estados Unidos, Corea del Sur y Japón, impulsado tras los ejercicios conjuntos de verano en el Pacífico Occidental. La presencia estadounidense busca reafirmar la política de “disuasión extendida” (extended deterrence), un compromiso formal que incluye la protección nuclear de Corea del Sur bajo el paraguas estratégico de Estados Unidos. Analistas del Instituto Sejong en Seúl sostienen que esta visita “no sólo apunta a reafirmar la alianza bilateral, sino a demostrar que Estados Unidos mantiene capacidad de presencia sostenida en el teatro del Pacífico occidental, pese a su implicación simultánea en Europa y Medio Oriente”.
El USS George Washington, un portaaviones de propulsión nuclear clase Nimitz, desplaza más de 100.000 toneladas y transporta un ala aérea embarcada de unos 75 aeronaves, incluyendo cazas F/A-18E/F Super Hornet, aviones de alerta temprana E-2D Hawkeye y helicópteros MH-60R/S Seahawk. Juega un rol crucial en la arquitectura de disuasión del Indo-Pacífico, siendo parte del Carrier Strike Group 5, con base habitual en Yokosuka, Japón, y constituyendo una de las piezas centrales del Comando de la Séptima Flota estadounidense, responsable de las operaciones navales en el Indo-Pacífico occidental.
Contexto regional: disuasión extendida y advertencias cruzadas
El despliegue operativo del portaaviones estadounidense en aguas coreanas no solo implica capacidad de proyección de poder aeronaval, sino también garantías de respuesta rápida ante contingencias regionales, tanto frente a amenazas norcoreanas como en escenarios de crisis con China o Rusia, actores que en los últimos meses intensificaron maniobras navales conjuntas en el Mar del Japón y el Mar Amarillo. Esto se torna aún más relevante considerando que el arribo del USS George Washington ocurre pocos días después de nuevos lanzamientos de misiles balísticos norcoreanos hacia el Mar del Este, en un contexto de mayor cooperación entre Pyongyang y Moscú, evidenciado en los recientes acuerdos militares firmados durante la visita de Kim Jong-un a Rusia.
El Ministerio de Defensa surcoreano destacó que la llegada del portaaviones “fortalece la cooperación entre las armadas y la postura combinada de defensa”, mientras que la embajada estadounidense en Seúl la calificó como “una muestra tangible del compromiso estadounidense con la estabilidad y la paz en la región Indo-Pacífica”. Sin embargo, en términos políticos, la visita también refuerza la narrativa de Seúl de que la alianza con Washington sigue siendo el principal eje de su política de seguridad nacional, frente a un entorno cada vez más complejo donde la disuasión militar se entrelaza con la diplomacia regional y la competencia tecnológica.
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