La guerra entre Rusia y Ucrania transformó por completo al ejército ruso, obligando a Moscú a abandonar su estrategia histórica basada en operaciones rápidas y mecanizadas. Hoy, la guerra de desgaste domina el campo de batalla y redefine el futuro militar ruso. Entender cómo Rusia pasó de la doctrina de maniobra a posiciones estáticas no solo explica el rumbo de esta guerra, sino el próximo capítulo estratégico en Europa.
De ofensivas rápidas a avances a pie
El 24 de febrero de 2022, el Kremlin lanzó su ofensiva confiado en su capacidad para ejecutar maniobras rápidas que desestabilizaran a Ucrania en cuestión de días. Esa visión, heredera de la tradición soviética y reforzada por ejercicios militares recientes, asumía un ejército capaz de combinar movilidad, potencia de fuego y control operacional. Sin embargo, la realidad fue devastadora: fallas logísticas, resistencia ucraniana y un sistema de mando inflexible convirtieron el plan en una serie de improvisaciones costosas.

A medida que las pérdidas crecían, el ejército ruso abandonó gradualmente su modelo de Grupos Tácticos de Batallón (teóricamente móviles y flexibles) para adoptar una fuerza centrada en posiciones estáticas y ofensivas lentas. Esta transformación no fue producto de una revolución doctrinal, sino de necesidad: escasez de blindados, poca preparación del personal movilizado y dificultades críticas de comando y control. El resultado es una fuerza adaptada a “avanzar a pie”, sacrificando velocidad por supervivencia.
El nuevo objetivo, resistir y agotar
Hoy, la estrategia rusa es concreta, no busca una victoria rápida, sino desgastar progresivamente a Ucrania y superar la resistencia occidental. Esta “teoría de la victoria” se apoya en avances territoriales limitados pero constantes, creyendo que Kiev no podrá revertirlos sin armamento occidental sostenido. Rusia prioriza mantener la presión, incluso a costa de grandes pérdidas humanas, confiando en su capacidad demográfica y en el desgaste político del apoyo externo a Ucrania.

El futuro inmediato indica que Rusia no puede ejecutar grandes maniobras ofensivas, pero ha logrado consolidar una máquina militar para la guerra posicional. Esta nueva realidad redefine el tablero estratégico europeo. Un ejército ruso más lento no significa menos peligroso, sino una amenaza diferente, que apuesta por el tiempo, la profundidad defensiva y una industria bélica reactivada. En una coyuntura donde los aliados europeos concentran sus esfuerzos en empoderar sus sistemas de defensa colectivos e individuales, comprender la nueva estrategia de Moscú será fundamental para el desenvolvimiento de la UE y la OTAN en el corto y mediano plazo.
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