Las tensiones entre Washington y varios países de África aumentan mientras Trump invoca acusaciones de persecución religiosa para justificar una posible intervención militar en defensa de los derechos humanos. El presidente estadounidense amenazó con acciones armadas contra Nigeria alegando violencia contra cristianos, y simultáneamente promovió un plan migratorio que prioriza refugiados afrikáners alegando discriminación en Sudáfrica. Ambos anuncios generaron fuertes reacciones en el continente africano, donde gobiernos y expertos denuncian desinformación, narrativas sensacionalistas y agendas políticas que podrían afectar la estabilidad regional y las relaciones diplomáticas.
Nigeria responde a la presión estadounidense
Trump advirtió que podría lanzar una intervención militar en Nigeria en respuesta a lo que describió como “asesinatos de cristianos”, afirmando que la nueva Oficina de Guerra estadounidense debe prepararse para actuar “rápida y brutalmente”. En mensajes publicados en redes sociales, acusó al gobierno nigeriano de permitir una supuesta persecución religiosa y amenazó con cortar ayudas económicas. Además, afirmó que las fuerzas armadas de Estados Unidos estarían listas para “entrar con armas en mano” para defender a comunidades cristianas vulnerables, una postura que enmarcó como una defensa directa de los derechos humanos.

El gobierno nigeriano rechazó tajantemente las declaraciones, señalando que la violencia en el país afecta a ciudadanos de múltiples credos y regiones, y que la caracterización estadounidense no refleja su realidad social ni institucional. Autoridades africanas aseguraron que trabajarán con socios internacionales, incluido Estados Unidos, pero rechazaron narrativas que simplifican conflictos locales y pueden alimentar tensiones sectarias. La respuesta también subraya que Nigeria protege la libertad religiosa y no permitirá que afirmaciones externas pongan en riesgo su soberanía ni la estabilidad de África.
Disputa geopolítica y narrativas de victimización
En paralelo, Sudáfrica criticó con fuerza otro frente político abierto por Trump, quien decidió dar prioridad a solicitudes de refugio de afrikaners blancos alegando supuesta persecución racial. El gobierno sudafricano, así como representantes de la propia comunidad afrikaner, desmintieron tales afirmaciones y acusaron a Washington de promover una narrativa falsa para justificar decisiones políticas con tintes ideológicos. Documentos oficiales, estadísticas criminales y organizaciones civiles sudafricanas han señalado que no existe evidencia de un “genocidio blanco”, y que la retórica utilizada distorsiona realidades locales e instrumentaliza la cuestión de derechos humanos.

La controversia sobre Sudáfrica se suma a las tensiones con Nigeria y alimenta el debate sobre el uso político de acusaciones de persecución religiosa y discriminación como justificación para medidas extremas o posibles acciones unilaterales en África. El rechazo explícito desde Pretoria señala preocupaciones regionales más amplias hacia un patrón discursivo que podría normalizar intervenciones y presiones selectivas bajo argumentos humanitarios o de protección cultural. En este contexto, varios gobiernos africanos advierten que discursos alarmistas provenientes de Estados Unidos pueden exacerbar divisiones internas y tensionar el equilibrio entre seguridad, soberanía e intereses internacionales.
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