La Unión Europea está redefiniendo su enfoque de ampliación al priorizar la protección activa de los países candidatos contra injerencia extranjera, en particular de Rusia, en un entorno geopolítico marcado por guerra, presión híbrida y desinformación. Según la comisaria de Ampliación, Marta Kos, Bruselas ha adoptado una postura más firme y operativa, desplegando por primera vez equipos de respuesta rápida híbrida para blindar procesos democráticos y garantizar que los aspirantes se mantengan en la vía europea.
La UE abandona la neutralidad pasiva y protege a sus candidatos
La comisaria Marta Kos destacó que 2025 marcó un cambio profundo en la política de ampliación europea, con la UE interviniendo directamente para contrarrestar campañas de desinformación y operaciones de injerencia extranjera. Moldavia fue el primer beneficiado, tras advertencias de la presidenta Maia Sandu sobre el financiamiento ruso para influir las elecciones legislativas. Bruselas desplegó su equipo rápido híbrido y respaldó la narrativa proeuropea, una intervención inédita que contribuyó a un triunfo aplastante de las fuerzas pro-UE.

Kos remarcó que la UE aprendió de sus fallas en el Brexit y en Georgia, donde se mantuvo pasiva pese a señales de manipulación externa. Hoy, la Comisión adopta un enfoque ofensivo, estudiando y devolviendo las narrativas rusas para neutralizarlas, fortaleciendo comunicación estratégica y asistencia política. Con Moldavia, Montenegro y Albania avanzando, y Ucrania trabada por el veto húngaro, el desafío pasa por sostener unidad interna y adaptar reglas para evitar bloqueos, incluida la posibilidad de limitar el veto de nuevos miembros y aplicar integración gradual, beneficios a cambio de cumplimiento democrático continuo.
El nuevo ADN geopolítico de la UE
La visión expresada por Kos encaja con la transformación estructural que atraviesa la UE, descrita en los análisis estratégicos sobre defensa y autonomía: el abandono del paradigma posmoderno y la aceptación explícita de la competencia geopolítica. La ampliación deja de ser un proyecto liberal de exportación normativa y se convierte en un instrumento de seguridad, donde controlar lo que ocurre en el vecindario es tan importante como fortalecer capacidades propias. La UE ya no presupone un entorno benigno ni una disuasión estadounidense permanente; entiende que proteger candidatos, fortalecer fronteras políticas y combatir guerra híbrida es parte de su supervivencia estratégica.

Este giro requiere liderazgo político, coherencia institucional y capacidad real para sostener compromisos. La lógica voluntarista y tecnocrática del pasado (centrada en reformas y estados de derecho) se complementa ahora con inversión directa, comunicación estratégica y instrumentos híbridos. La pregunta planteada dentro de Bruselas, “¿podemos cumplir?”, trasciende lo técnico: exige a los Estados miembros decidir si Europa será un actor geopolítico autónomo o seguirá condicionada por vetos internos, dependencia estratégica y vulnerabilidad narrativa frente a potencias revisionistas. La ampliación, en este marco, deja de ser solo un premio, es una herramienta de autonomía estratégica y protección continental.
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