El cruce entre Irán e Israel volvió a tensarse por los misiles, reactivando un conflicto que muchos analistas describen como una guerra en cámara lenta. Teherán desestimó las advertencias del primer ministro israelí sobre capacidades de alcance intercontinental, mientras el trasfondo histórico de la rivalidad, compuesto de ataques directos, operaciones encubiertas y escaladas puntuales, refuerza la sensación de que el statu quo es más frágil que nunca.
Cruce por alcances y límites de los misiles
Irán descalificó como “amenaza imaginaria” las afirmaciones de Israel sobre un desarrollo de misiles con alcance intercontinental capaz de golpear ciudades de EE.UU. En una entrevista, Benjamin Netanyahu sostuvo que Teherán estaría trabajando en vectores de unos 8.000 km, y advirtió sobre la posibilidad de ampliar ese rango. El canciller Abbas Araghchi respondió que se intenta presentar como ofensivas capacidades que Irán define como estrictamente defensivas, recordando que el arsenal iraní incluye sistemas como el Shahab-3 (hasta 2.000 km aproximadamente), suficientes para alcanzar territorio israelí.

El intercambio ocurre tras la guerra de 12 días en junio, desencadenada por ataques israelíes dentro de Irán contra objetivos militares, políticos y vinculados al programa nuclear, y la réplica iraní con misiles y drones contra Israel y una gran base estadounidense en Qatar, seguida por un alto el fuego el 24 de junio. Desde entonces, autoridades iraníes insisten en que no buscan la guerra, pero aseguran estar preparadas si el conflicto se reanuda, mientras Occidente e Israel mantienen acusaciones sobre ambiciones nucleares que Teherán niega.
El riesgo de pasar a guerra abierta
El Belfer Center describe la rivalidad Irán–Israel como una “guerra sin nombre”: un conflicto prolongado que combina competencia ideológica, política y militar con operaciones encubiertas y guerras por poder. El trabajo replantea etiquetas como “guerra fría” y propone entender un patrón acumulativo de choques que, por su densidad y frecuencia, se asemeja a un estado bélico no declarado. En ese marco, los misiles y la amenaza a distancia cumplen funciones de disuasión, presión y señalización estratégica.

El estudio analiza la arquitectura del Eje de la Resistencia impulsado por Irán, su uso de proxies y técnicas de control reflexivo, y la forma en que Israel responde para degradar capacidades y mantener superioridad cualitativa. El resultado es un equilibrio inestable. Escaladas breves, golpes quirúrgicos y ciclos de represalia que rozan la línea roja sin cruzarla del todo. La pregunta de fondo, cuándo el conflicto podría pasar a una guerra abierta, permanece sin respuesta, pero cada episodio agrega leña a un escenario donde la percepción de credibilidad y costo puede precipitar un salto cualitativo.
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