En la relación Washington-Pekín, el marco de acuerdo sobre TikTok surgido en Madrid ofrece una señal de distensión, pero convive con una escalada de sanciones, restricciones a chips y nuevas medidas regulatorias a ambos lados del Pacífico. Estados Unidos presiona por aranceles vinculados al crudo ruso y mantiene controles tecnológicos, mientras China responde con pesquisas antimonopolio (aludiendo a Nvidia), investigaciones por “discriminación” en el área de semiconductores y un expediente antidumping sobre analógicos; todo ello en paralelo a iniciativas para apuntalar la inversión exterior y abrir el consumo de servicios sin subsidios.
Lo que hay detrás del acuerdo de TikTok
El contexto de acuerdo sobre TikTok (con operación de datos encomendada, salvaguardas de contenido y licencias de algoritmo sujetas a revisión de exportaciones) busca estabilizar la agenda política antes de un eventual encuentro Xi-Trump en el APEC. Es una desescalada táctica: reduce riesgo reputacional y crea un canal de cooperación acotado, sin tocar la arquitectura central del desacople tecnológico (controles de exportación, revisión de IED, listas de entidades). En términos de señales, Washington muestra flexibilidad acotada en plataformas y Pekín capitaliza el gesto sin ceder en pilares de su estrategia industrial.

En paralelo, la competencia estructural se intensifica. EE.UU. promueve aranceles, o bien “sanciones secundarias”, por compras chinas de crudo ruso, y China activa medidas regulatorias espejo: la Administración Estatal de Regulación del Mercado china (SAMR) abre una investigación antimonopolio sobre Nvidia pese al retorno de ventas H20; el MofCom inicia una investigación por “discriminación” contra las restricciones a chips y lanza un antidumping sobre semiconductores analógicos. Al mismo tiempo, Pekín robustece servicios para la inversión saliente y prioriza apertura de consumo de servicios (turismo, salud, educación) sin subsidios. Esta coyuntura da como resultado un tablero dual donde el alivio por TikTok convive con una puja más amplia por reglas, costos y control de tecnologías críticas.
Qué espera cada lado antes del APEC
Con la mira puesta en el APEC (Gyeongju, 31 de octubre al 1 de noviembre), Washington y Pekín encaran reuniones de trabajo para pulir la relación sin ceder en lo esencial. EE.UU. quiere avances en fentanilo, acceso a tierras raras y compras agrícolas; China busca alivio arancelario, flexibilizar controles tecnológicos (semiconductores y equipamiento) y objeta la expansión de la entities list. Varios expertos advierten que la relación transita una fase de “purgatorio”: una pausa útil tras meses de escalada, pero inestable si no hay objetivos claros y una estrategia coherente antes del cara a cara Xi-Trump.

El consenso entre los analistas es que un gran acuerdo sería riesgoso si mezcla comercio con seguridad. Cualquier gesto sobre Taiwán (cambio de lenguaje o límites a ventas de armas) a cambio de ventajas comerciales enviaría una señal de vulnerabilidad estratégica a aliados y a Pekín. En paralelo, China se siente fortalecida por su capacidad de coerción geoeconómica (tierras raras) y por el desgaste que generan los aranceles y las restricciones cruzadas; EE.UU., por su parte, oscila entre negar tecnología y mantener a la industria china dentro de ecosistemas controlados.
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