La semana volvió a mostrar que los puntos calientes se encienden en paralelo y a un ritmo difícil de contener. En Europa, la inesperada emergencia del submarino ruso Novorossiysk en el Estrecho de Gibraltar activó alertas por riesgo nuclear y ambiental, mientras la Unión Europea discute la creación de un “muro de drones” para frenar las incursiones de Moscú.
Medio Oriente no se quedó atrás: tras el golpe israelí en Doha, la Casa Blanca blindó a Qatar con una orden ejecutiva que lo coloca bajo su paraguas de seguridad. En Asia–Pacífico, el pulso tecnológico y estratégico siguió escalando: Taiwán rechazó trasladar la mitad de su producción de chips a Estados Unidos, un gesto que Pekín interpreta como resistencia a la presión combinada de Washington.

En simultáneo, Estados Unidos entró en un “shutdown” que paralizó agencias clave, mientras Venezuela decretó la “conmoción externa” y endureció su retórica frente al despliegue militar norteamericano en el Caribe.

El Atlántico Sur volvió a ser noticia: desde el alineamiento británico con Chile y las advertencias isleñas de “defensa militar”, hasta el respaldo del G77+China a la posición argentina en la ONU y el avance del proyecto petrolero Sea Lion, los movimientos muestran que la región está lejos de ser periférica.
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