Rusia reaccionó con cautela tras las recientes declaraciones en Estados Unidos sobre la posibilidad de enviar misiles Tomahawk a Ucrania, decisión que podría redefinir la dinámica del conflicto. Mientras Kiev insiste en que estas armas de largo alcance fortalecerían su capacidad disuasiva frente a Moscú, el Kremlin advirtió que “no existe una panacea en el frente” y alertó sobre los riesgos de una escalada directa entre las potencias.
Washington analiza los Tomahawk para Kiev
El debate en EE.UU. sobre autorizar el uso de misiles de largo alcance marca un giro estratégico en la política de apoyo a Ucrania. Según el enviado especial Keith Kellogg y el vicepresidente J.D. Vance, la Casa Blanca estudia la entrega de Tomahawk, un pedido que había sido rechazado por administraciones anteriores. Con un alcance de hasta 2.500 kilómetros, estos misiles permitirían a Kiev impactar regiones profundas de Rusia, incluso Moscú, lo que representa un salto cualitativo en la capacidad ofensiva ucraniana.

El Kremlin, a través de su portavoz Dmitry Peskov, subrayó que especialistas militares rusos están analizando cuidadosamente esta iniciativa, advirtiendo que una medida de este tipo podría desencadenar una escalada grave. Las dudas planteadas sobre quién lanzaría los misiles y cómo se seleccionarían los objetivos reflejan la preocupación en Moscú por una eventual implicación más directa de Washington. En este escenario, Ucrania se apoya también en la presión de sus socios europeos, que buscan una postura más firme de Estados Unidos frente a Rusia.
¿Por qué Ucrania considera clave el acceso a los misiles Tomahawk?
Los misiles Tomahawk son armas de crucero de largo alcance, diseñadas para atacar objetivos en profundidad con gran precisión. Pueden impactar bases militares, centros logísticos y de mando situados en el corazón de Rusia, incluso en áreas altamente defendidas. Fabricados por Raytheon, cada misil cuesta alrededor de 1,3 millones de dólares. Su producción está en expansión, con planes de adquirir al menos 57 unidades en 2026. Estas características los convierten en una herramienta estratégica que, de ser transferida a Kiev, alteraría significativamente el equilibrio del conflicto.

Actualmente, Ucrania dispone de varios sistemas de misiles que, aunque efectivos, presentan limitaciones en alcance y versatilidad. El Flamingo ucraniano puede superar los 1.000 kilómetros, mientras que el Neptune y el Harpoon se centran en funciones antibuque con menor alcance. Los ATACMS estadounidenses, ya en uso, alcanzan hasta 300 kilómetros, y los Storm Shadow europeos apenas superan los 250 kilómetros. Frente a este panorama, la incorporación de Tomahawk significaría multiplicar la capacidad ofensiva ucraniana y expandir su capacidad de disuasión a una escala sin precedentes, lo que explica el interés persistente de Kiev en obtenerlos.
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