La rivalidad entre China y Estados Unidos en América Latina dejó de ser una cuestión secundaria para convertirse en un factor central de la política regional. Desde la expansión de proyectos chinos en infraestructura, energía y telecomunicaciones hasta la respuesta de Washington con financiamiento, acuerdos comerciales y respaldo económico directo a gobiernos como el de Argentina, el continente se ha convertido en un escenario clave de la competencia global. La pregunta es clara: ¿hasta qué punto el apoyo estadounidense busca contener la creciente influencia china en la economía y la geopolítica latinoamericana?
Dimensión económica, proyectos y financiamiento
En las últimas dos décadas, China pasó de ser un socio marginal a convertirse en el principal socio comercial de países como Brasil, Chile y Perú, con un comercio que superó los 500.000 millones de dólares en 2024. La participación en la Iniciativa de la Franja y la Ruta de más de 20 países de la región, junto con nuevas inversiones en energía renovable, movilidad eléctrica e inteligencia artificial, muestra que Pekín busca consolidar un papel de largo plazo en sectores estratégicos. En este marco, Argentina no quedó al margen. Acuerdos en litio, agricultura y telecomunicaciones reflejan una creciente interdependencia con la economía china.

Washington observa con preocupación este panorama. El gobierno estadounidense impulsó medidas para ofrecer alternativas, como el “nearshoring” de cadenas de suministro en México y Centroamérica, y programas de inversión en semiconductores y energía limpia. Por medio de estas medidas, el gigante norteamericano intenta evitar que la región dependa excesivamente de Pekín y promover un marco de cooperación que fortalezca la posición de EE.UU. en su tradicional esfera de influencia.
Dimensión geopolítica, entre la autonomía y la presión
Más allá del ámbito económico, la competencia tiene un fuerte trasfondo geopolítico. China ha profundizado su presencia diplomática a través del foro China-CELAC y visitas de alto nivel de Xi Jinping a la región, mientras EE.UU. responde con giras de sus funcionarios y nuevas estrategias hemisféricas. La disputa no solo se refleja en inversiones, sino también en infraestructura crítica como puertos, cables submarinos y telecomunicaciones, donde Washington teme un posible uso dual con fines militares o de inteligencia.

Para los países latinoamericanos, incluida Argentina, el desafío es navegar entre estas dos potencias sin quedar atrapados en una lógica de bloques. Algunos gobiernos buscan diversificar y mantener autonomía estratégica, mientras otros aprovechan la competencia para obtener mayores beneficios. Lo cierto es que la creciente puja entre China y EE.UU. en la región convierte al Cono Sur en un tablero clave de la geopolítica global, donde el apoyo económico a Argentina es solo una pieza más de un juego de poder mucho más amplio.
Te puede interesar: El nuevo Embajador de EE.UU. en Argentina criticó a China y afirmó que no reconoce la soberanía de Malvinas












