Durante su discurso ante la Asamblea General de la ONU, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, criticó a los países miembros de la OTAN por continuar comprando petróleo y gas de Rusia, acusándolos de “financiar su propia guerra”. Según Trump, esa dependencia energética convierte a Europa en cómplice indirecta del conflicto en Ucrania.

En este sentido, el mandatario republicano sostuvo que privar a Rusia de sus ingresos por exportaciones de petróleo y gas es crucial para presionar por una solución pacífica al conflicto. “China e India son los principales financiadores de la guerra… Pero, inexcusablemente, ni siquiera los países de la OTAN han cortado gran parte de la energía rusa. Están financiando la guerra contra sí mismos”, señaló en su alocución.
Trump advirtió que, si Rusia no muestra disposición para negociar la paz, Estados Unidos impondrá una “ronda muy fuerte de aranceles poderosos” contra Moscú. Para que estas sanciones surtan efecto, planteó, los países europeos deberían sumarse y adoptar medidas idénticas. En sus palabras: “tienen que cesar de inmediato todas las compras de energía a Rusia. De lo contrario, todos estamos perdiendo mucho tiempo”.
La reacción europea fue inmediata. Reuters reportó que Trump criticó a los aliados de la OTAN por no cerrar sus importaciones rusas y prometió medidas económicas fuertes si Rusia no coopera. Él mismo declaró que para que esos aranceles funcionaran, los países europeos “deberían unirse a nosotros y adoptar exactamente las mismas medidas”.

Sin embargo, algunas naciones resisten esas exigencias. Hungría reafirmó que no dejará de importar energía rusa a pesar de las llamadas de Trump, argumentando que su infraestructura energética depende de esos suministros. Esta respuesta simboliza la tensión entre la presión geopolítica estadounidense y las realidades energéticas internas de ciertos Estados europeos.
La propuesta de Trump busca reforzar la narrativa de que la energía rusa sustenta la guerra, pero enfrenta obstáculos prácticos: contratos a largo plazo, necesidades energéticas crecientes, transición incompleta a energías renovables, y el costo político de imponer sanciones severas a aliados. Además, Europa ya ha venido reduciendo su dependencia de Rusia mediante políticas como REPowerEU, que propone diversificar fuentes energéticas y disminuir importaciones procedentes de Moscú.
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