Desde las resoluciones 2065 (1965) y 3160 (1973) hasta el discurso de Javier Milei en 2025, todos los gobiernos argentinos sostuvieron en la Asamblea General de la ONU la exigencia de reanudar negociaciones con el Reino Unido por la soberanía de las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes que permanecen ocupados ilegalmente. Cambian el tono y los instrumentos —de la búsqueda de confianza mutua a la denuncia de la militarización—, pero el núcleo del mensaje se mantiene: diálogo bilateral y rechazo a cambios unilaterales en el Atlántico Sur.
Milei reabre el juego en la ONU
El presidente Javier Milei utilizó su intervención en la Asamblea General de 2025 para insistir en el reclamo histórico: “Reitero el reclamo legítimo e irrenunciable de la soberanía de las Islas Malvinas… invitamos al Reino Unido a reanudar las negociaciones bilaterales de conformidad con la resolución 2065”. Un año antes, en su debut, había mencionado el tema en su discurso. El regreso al libreto clásico ocurre justo cuando Londres refuerza su presencia en el Atlántico Sur con ejercicios militares, proyectos petroleros y acuerdos logísticos con países vecinos.

El mensaje de Milei se produce en paralelo a la confirmación de un diálogo militar con el Reino Unido, que en 2026 tendrá su sede en Buenos Aires. Esta combinación —reclamo soberano en la ONU y pragmatismo en la mesa de defensa— reabre la discusión sobre si Argentina mantiene la tradición crítica o ensaya un nuevo enfoque.
Los 70 y el andamiaje jurídico
En la década de 1970, Argentina consolidó la base legal que todos los gobiernos invocarían después. La resolución 2065 de 1965 reconoció la disputa de soberanía y llamó a negociar. En 1973, la resolución 3160 reforzó ese mandato. Y en 1976, la resolución 31/49 advirtió contra cualquier cambio unilateral mientras la disputa siguiera sin resolverse. Estos tres hitos, más tarde, se convirtieron en las piedras angulares del discurso argentino en Naciones Unidas.

Durante esos años, la dictadura militar mantuvo un reclamo formal, pero sin lograr avances. La guerra de 1982 marcó un punto de quiebre: el aislamiento internacional obligó a replantear la estrategia y sentó las bases de la postura democrática que llegaría con Raúl Alfonsín.
Raúl Alfonsín (1983–1989): el regreso a la diplomacia
El retorno democrático trajo un reclamo renovado. En 1985, el canciller Dante Caputo, en nombre de Alfonsín, expresó: “La Argentina jamás ha dejado de reclamar la soberanía… la manera más sencilla, rápida y eficaz para eliminar tensiones reside precisamente en la apertura de negociaciones entre el Reino Unido y la Argentina”. También advirtió sobre la “militarización de la zona” por parte de Londres.
Alfonsín buscó diferenciarse de la aventura militar del ‘82, mostrando que el camino era la diplomacia y no la guerra. Aunque no hubo avances concretos, el gobierno reinstaló la causa Malvinas como política de Estado en el marco del derecho internacional.

Carlos Menem (1989–1999): confianza bajo el paraguas de soberanía
En 1989, Menem anunció ante la ONU que Argentina restablecería relaciones diplomáticas con el Reino Unido. Ese gesto abrió la puerta a los Acuerdos de Madrid de 1989 y 1990, que instauraron el “paraguas de soberanía”: ambos países mantenían sus posiciones, pero avanzaban en cooperación práctica.
En 1994, Menem reafirmó el reclamo pero con un tono moderado, apostando a la “confianza mutua”. Fue la etapa del pragmatismo: pesca, transporte y vuelos, pero sin ceder en la reivindicación. El costo político interno fue alto, ya que sectores nacionalistas lo acusaron de claudicación, pero internacionalmente se consolidó la normalización.
Fernando de la Rúa (1999–2001): continuidad discreta
De la Rúa mantuvo la línea heredada. Su tono fue sobrio y sin estridencias. Reiteró el reclamo y el llamado a negociar, pero sin iniciativas nuevas. La breve duración de su mandato y la crisis interna limitaron su margen de acción.

Aun así, sostuvo el paraguas de soberanía y evitó tensiones con Londres. Fue un período de continuidad burocrática más que de protagonismo político.
Néstor Kirchner (2003–2007): centralidad política
Con Kirchner, Malvinas volvió al centro de la escena. En 2003 se reafirmó la posición argentina en la ONU y en 2007 declaró: “Reiteramos nuestra voluntad de reanudar el diálogo… deberán mostrar disposición de negociar nuestra soberanía”.
Kirchner vinculó Malvinas con su crítica al orden financiero global. Para él, la causa era un ejemplo del doble estándar internacional: se exigían reglas de mercado a países en crisis, mientras el Reino Unido desoía resoluciones de la ONU. Su estilo directo buscó devolver densidad política a la cuestión.

Cristina Fernández de Kirchner (2007–2015): recursos y visibilidad
Cristina llevó el reclamo a la primera plana. En 2010 denunció en la ONU las perforaciones petroleras británicas en aguas en disputa. En 2012 y 2013 redobló la apuesta: “Malvinas es otra prueba de fuego para el sistema multilateral”. Su estrategia fue exponer a Londres como potencia colonial en un mundo que ya no aceptaba ese esquema.
Además, regionalizó el reclamo con el apoyo del MERCOSUR y la CELAC, cerrando puertos a barcos con bandera de Malvinas y sumando declaraciones conjuntas. Fue un período de alta visibilidad, en el que Malvinas volvió a ser parte de la agenda política y diplomática cotidiana.
Mauricio Macri (2015–2019): reclamo formal, tono moderado
En 2018, Macri declaró en la 73ª Asamblea General: “Venimos a reafirmar nuestros legítimos e imprescriptibles derechos sobre las Islas Malvinas”. El tono fue sobrio, sin confrontación. La prioridad de su política exterior era la reinserción global y el vínculo con potencias occidentales.
La causa Malvinas se mantuvo, pero perdió centralidad. Hubo acuerdos de cooperación en ciencia y vuelos, pero también críticas internas por un estilo considerado demasiado condescendiente.

Alberto Fernández (2019–2023): multilateralismo y Constitución
Alberto Fernández recuperó la retórica más firme. En 2020 pidió al Reino Unido “cumplir con las resoluciones de la Asamblea General y retomar negociaciones”. En 2021 insistió en rechazar exploraciones unilaterales. Siempre citó la cláusula transitoria de la Constitución de 1994, que obliga al Estado a recuperar Malvinas respetando el modo de vida de los isleños.
Su estilo fue multilateralista: buscó apoyo en la ONU, la OEA y el G77, pero sin resultados concretos. La pandemia y la crisis económica restaron capacidad de acción, aunque mantuvo el reclamo como parte del discurso internacional argentino.
Continuidades y rupturas
El recorrido muestra una constante: todos los presidentes desde 1983 reivindicaron la soberanía en la ONU, invocaron las resoluciones 2065, 3160 y 31/49, y llamaron a negociar. También denunciaron la explotación unilateral de recursos y la militarización británica. La continuidad es tan sólida que convierte la causa Malvinas en uno de los consensos más estables de la política exterior argentina.

Lo que cambia es el estilo. Menem buscó confianza y pragmatismo. Cristina, visibilidad y denuncia. Macri, moderación. Alberto, multilateralismo. Milei, crítica a la ONU pero cierre clásico. Todos reclaman, pero cada uno encuadra el reclamo en su narrativa política. La incógnita es si esas palabras pueden traducirse en hechos.
¿Cambio de paradigma o continuidad retórica? Milei regresó al guion histórico, pero lo hizo en un contexto de ejercicios militares británicos en Malvinas y de conversaciones bilaterales inéditas. La tradición argentina en la ONU sigue intacta; el desafío es demostrar que el reclamo puede sostenerse no solo en discursos, sino en una estrategia capaz de enfrentar la realidad geopolítica del Atlántico Sur.
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Pura declamación de todos y cada uno, ninguno tomo una medida concreta que le golpee el bolsillo a Inglaterra.