El secretario de la Fuerza Aérea de EE.UU., Troy Meink, advirtió que Washington corre el riesgo de perder su superioridad militar frente a China y Rusia, especialmente en el ámbito del espacio. En un discurso que evocó el “momento Sputnik” de 1957, alertó sobre la velocidad con que los adversarios están desplegando nuevas tecnologías militares y llamó a acelerar la innovación para no ceder el terreno estratégico más alto.
El desafío tecnológico de Pekín y Moscú
Durante la conferencia anual de la Air & Space Forces Association en Maryland, Meink comparó la coyuntura actual con el impacto psicológico y estratégico que generó el lanzamiento del satélite soviético Sputnik en 1957. En esa instancia, EE.UU. respondió con un esfuerzo masivo de innovación que culminó en la llegada a la Luna. Hoy, enfatizó, se necesita un compromiso similar para preservar la supremacía en aire y espacio, donde el avance de China y Rusia se ha acelerado a un ritmo que supera con creces la capacidad de reacción del Pentágono.

El funcionario señaló que, aunque EE.UU. mantiene la mejor fuerza entrenada del mundo, existe una brecha preocupante entre el desarrollo de tecnologías de vanguardia y su producción a gran escala. China, en particular, representa la amenaza más significativa por su capacidad de poner en marcha sistemas militares en plazos mucho más cortos que los estadounidenses. Bajo la óptica de Meink, la innovación debe acelerarse si Washington no quiere perder el alto terreno estratégico del espacio.
Artemis vs. ILRS, la nueva carrera lunar
El llamado de atención del secretario de la Fuerza Aérea se entiende mejor en el marco de la competencia espacial. Mientras EE.UU. lidera el Programa Artemis, que cuenta con la participación de 55 países y busca instalar la estación orbital Gateway a partir de 2027, China y Rusia impulsan su propio proyecto: el International Lunar Research Station (ILRS). Este programa, anunciado en 2017, prevé construir una base científica cerca del polo sur lunar y ya suma a más de una docena de socios internacionales, desde Pakistán y Venezuela hasta Sudáfrica y Serbia.

El núcleo de esta iniciativa será un reactor nuclear en la Luna, proyectado para 2035, que alimentará las operaciones autónomas de la estación. Pekín y Moscú lo presentan como un hito de cooperación científica, pero para Washington representa un desafío estratégico directo. Mientras el Programa Artemis busca establecer reglas comunes de exploración, el ILRS refuerza la narrativa de un bloque alternativo, con potencial acceso a recursos lunares como helio-3 y tierras raras.
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