El 18 de septiembre, Israel llevó adelante una serie de ataques aéreos en el sur del Líbano después de acusar a Hezbolá de violar el alto el fuego alcanzado en noviembre. Las operaciones incluyeron bombardeos en aldeas como Mais al-Jabal, Kfar Tibnit y Debbin, tras la emisión de avisos de evacuación para la población civil. El ejército israelí aseguró que los blancos eran depósitos de armas e infraestructura militar de la organización chiita respaldada por Irán, aunque no presentó pruebas. Desde Beirut, el primer ministro Nawaf Salam denunció la escalada y pidió a la comunidad internacional presionar a Israel para que cumpla sus compromisos de cese de hostilidades.
Evacuaciones masivas recrudecen el conflicto
Los ataques de la Fuerza Aérea israelí se produjeron horas después de que su portavoz de habla árabe, Avichay Adraee, advirtiera a los residentes de varias aldeas del sur libanés sobre inminentes operaciones militares. Las zonas de Mais al-Jabal, Debbin y Kfar Tibnit fueron señaladas como posibles blancos, y posteriormente se emitieron más avisos de evacuación en otras localidades. Según el ejército israelí, los bombardeos tuvieron como objetivo depósitos de armas de la fuerza Radwan de Hezbolá.

Por su parte, las imágenes de humo y destrucción reforzaron las críticas del gobierno libanés, que acusa a Israel de practicar una intimidación sistemática bajo el pretexto de responder a Hezbolá. El primer ministro Salam insistió en que Líbano mantiene su compromiso con el cese de hostilidades y recordó que la resolución negociada con mediación de EE.UU. y Francia prohíbe ataques contra objetivos libaneses. En sus declaraciones, denunció que los ataques ponen en riesgo a civiles y exigió la retirada inmediata de las fuerzas israelíes de territorio libanés ocupado.
El peso de Hezbolá en el conflicto regional
El trasfondo de la actual crisis se entiende a la luz de la trayectoria de Hezbolá, un movimiento chiita que surgió en los años ochenta como resistencia a la ocupación israelí en el sur del Líbano. Respaldado política y militarmente por Irán, el grupo se consolidó como una de las fuerzas no estatales más poderosas del Medio Oriente, llegando a contar con hasta 100.000 combatientes según sus propias cifras. Sin embargo, la ofensiva israelí de 2023-2024 y la guerra paralela en Gaza dejaron a Hezbolá severamente debilitado.

No obstante, el grupo conserva capacidad de acción y apoyo popular entre amplios sectores de la comunidad chiita libanesa, que lo consideran un bastión clave frente a Israel. Tras el acuerdo de cese al fuego de noviembre de 2024, el gobierno de Beirut asumió el compromiso de monopolizar el uso de las armas en su territorio, una medida que Hezbolá rechazó frontalmente.
Con la llegada del presidente Joseph Aoun y el nuevo gabinete encabezado por Nawaf Salam (donde no se incluyeron representantes de Hezbolá), la tensión entre el Estado y la milicia se ha intensificado. El resultado es un escenario en el que los bombardeos israelíes, como los registrados recientemente, no solo apuntan contra la organización armada, sino que también ponen a prueba la frágil gobernabilidad y estabilidad del Líbano.
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