En los últimos años, los minerales críticos de Argentina puntualmente, y América del Sur en general, pasaron de ser un activo geológico poco aprovechado a convertirse en uno de los pilares de la competencia geopolítica global. Litio, tierras raras, niobio, uranio, grafito, níquel y cobalto ya no son simplemente materias primas para la industria, sino elementos estratégicos en una carrera por el poder tecnológico, militar y diplomático. América del Sur emerge como escenario decisivo en la rivalidad creciente entre Estados Unidos y China.

En este contexto, Brasil, Argentina, Chile y Perú lideran por sus reservas naturales. Brasil posee casi el 94 % del niobio mundial, aproximadamente el 23 % de las tierras raras y alrededor del 26 % del grafito. Argentina y Chile, por su parte, integran el “Triángulo del Litio”, que concentra cerca del 50-60 % de las reservas mundiales de litio.
Pero los recursos son solo una parte del desafío: la extracción, el procesamiento, la inversión en tecnología local y la independencia estratégica son los verdaderos ejes que definirán quién obtiene ventaja en la nueva geopolítica de los minerales críticos. Desde la perspectiva de Washington, la dependencia de China para el procesamiento y refinado se percibe como una vulnerabilidad. El gigante asiático controla gran parte de la producción y exportación de minerales críticos, la capacidad industrial para transformarlos, refinar sus compuestos y producir componentes de alta tecnología (imanes, aleaciones, motores, componentes electrónicos).

Durante al menos la última década, China viene profundizando su presencia en América del Sur mediante inversión directa en minería, adquisición de participación en minas estratégicas, financiamiento de infraestructura clave y asociaciones que aseguran acceso a puertos, transporte y procesamiento. Un ejemplo es la adquisición de la mina Boa Vista (niobio) en Brasil por parte de China Molybdenum. Este enfoque le otorga ventajas en la cadena completa: desde la extracción hasta el procesamiento y uso en industrias de alto valor.
Mientras que en la vereda contraria, como una respuesta algo tardía, pero en marcha al fin, Estados Unidos está promoviendo una agenda exterior en la región sudamericana que incluye alianzas estratégicas, inversiones exteriores, negociaciones para asegurar suministro confiable y reducción de dependencias.
Argentina y la región enfrentan desafíos y oportunidades frente a la competencia de China y EE.UU.
Lo cierto es que se terminó por configurar un escenario geopolítico en el que los países de la región enfrentan decisiones críticas. Están presionados por Estados Unidos para alinear sus políticas a la diversificación del suministro global, y al mismo tiempo por China, que ofrece financiamiento rápido, demanda creciente, y pocas restricciones políticas explícitas. Pero también deben responder a demandas internas como desarrollo local, transferencia tecnológica, protección ambiental y social, y evitar que la explotación de los minerales reproduzca modelos extractivistas con bajo valor agregado. El “trilema de los minerales” —equilibrio entre seguridad nacional, viabilidad económica y sostenibilidad— se convierte aquí en una guía obligatoria.

América del Sur parece estar entrando en una nueva etapa estratégica, ya no se trata solo de extraer recursos naturales, sino de cómo se integran esos recursos en cadenas de valor globales, con capacidades locales de procesamiento, con alianzas tecnológicas, y con políticas que eviten que la región dependa en todos los eslabones de terceros. En este juego de poder entre Estados Unidos y China, Argentina y los países latinoamericanos tienen la oportunidad de jugar un rol activo si logran articular bien sus posiciones, políticas e inversiones.
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