En el tablero geopolítico actual, específicamente en el terreno de los misiles hipersónicos, China y Rusia tomaron la delantera en términos de desarrollo, tecnología y proyección, aunque Estados Unidos no se ha rendido del todo. En esta “carrera misilística”, consciente de estar atrasado, Washington busca desplegar los recursos que sean necesarios para cerrar la brecha tecnológica y estratégica que lo separa de Pekín y Moscú.

Este “auge hipersónico” pudo observarse en el masivo desfile militar celebrado este mes, donde China exhibió su arsenal hipersónico antibuque, incluyendo los modelos YJ-17, YJ-19 y YJ-20. Ese día, Pekín celebró el 80º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, donde el presidente Xi Jinping aseguró que la humanidad enfrenta la disyuntiva entre “paz o guerra” y destacó que China “nunca será intimidada” y que su ascenso es “imparable”.
El auge hipersónico: velocidad, maniobra y amenaza desde Rusia y China
El desfile militar de China fue un punto de inflexión para el resto de los Estados. El despliegue en la plaza de Tiananmen mostró drones de nueva generación, misiles hipersónicos, blindados y cazas furtivos, ya que para Xi no se trata solo de una conmemoración histórica, sino de una demostración de fuerza destinada a marcar la influencia de China en Asia y más allá.
Las imágenes permitieron observar por primera vez la completa tríada nuclear de Pekín. Con un arsenal de misiles nucleares lanzados desde tierra, mar y aire, China presentó el DF-61, considerado su misil balístico intercontinental terrestre más reciente, y el DF-31BJ, una versión mejorada de antiguos modelos de misiles balísticos intercontinentales.

Se comprobó que estas armas representan una amenaza directa para los portaaviones estadounidenses, además de que Pekín también ha comenzado a desplegar el DF-ZF, un vehículo de planeo hipersónico, y ha intensificado sus pruebas: según datos de 2018, realizó 20 veces más ensayos que Estados Unidos en la década anterior.
Rusia, por su parte, ha apostado por tres sistemas clave: el Avangard (planeador), el Zircon (misil de crucero) y el Kinzhal, este último derivado de tecnología balística más antigua. Aunque Moscú asegura que estas armas están operativas, informes desde Ucrania contradicen esa narrativa: se han derribado decenas de misiles Kinzhal y Zircon desde 2022, lo que pone en duda su efectividad real. No obstante, Moscú al menos ha desplegado armas hipersónicas, a diferencia de Estados Unidos.
Washington, entre retrasos, promesas y una estrategia de nicho
El desfile militar chino tuvo una fuerte carga simbólica por la presencia conjunta de Vladímir Putin y Kim Jong-un, quienes acompañaron a Xi en la tribuna principal, mostrando un frente de unidad entre China, Rusia y Corea del Norte en un momento de alta tensión global. El presidente estadounidense Donald Trump envió un mensaje en el que deseó un “día de celebración” a China, pero ironizó al pedir que Xi diera sus “más cálidos saludos” a Putin y Kim “mientras conspiran contra Estados Unidos”.
Más allá de la situación puntual, los analistas creen que efectivamente Estados Unidos ha quedado atrás en el desarrollo de estas capacidades, ya que el país se enfocó en la lucha antiterrorista mientras sus rivales promovían pruebas hipersónicas. Y si bien los retrasos han sido notorios, expertos como Todd Harrison del American Enterprise Institute señalan que Washington posee ventajas estructurales: una flota de portaaviones más numerosa (11 frente a los 3 de China) y una capacidad superior para evadir defensas aéreas gracias a sus aviones furtivos.

En este contexto, la capacidad hipersónica se perfila como una capacidad de nicho, más que como un pilar central de la estrategia militar estadounidense. El Ejército planea desplegar el misil Dark Eagle a finales de este año, mientras que la Fuerza Aérea trabaja en dos proyectos: el ARRW (Arma de Respuesta Rápida Lanzada desde el Aire) y el HACM (Misil de Crucero de Ataque Hipersónico), con producción prevista para 2026 y 2027 respectivamente.
¿Una brecha que se cerrará?
Las reformas militares emprendidas por Xi Jinping han buscado superar las debilidades históricas del Ejército Popular de Liberación (EPL), que durante décadas estuvo marcado por la corrupción, el exceso de burocracia y un enfoque centrado en la defensa territorial terrestre. Desde 2015, las transformaciones se orientan a crear una fuerza profesional, tecnológicamente avanzada y con capacidad para ejecutar operaciones conjuntas en múltiples dominios: tierra, mar, aire, espacio y ciberespacio.
Con la reciente demostración hipersónica, las armas exhibidas por China se postulan como su “as” estratégico para salvaguardar la soberanía del país. La administración Trump ha reconocido la importancia de estas armas, calificando la tecnología hipersónica como “esencial” para la seguridad nacional.
Sin embargo, los recursos asignados aún son limitados. Según Tom Karako, del CSIS, hay “señales modestas” en el presupuesto, pero no una inversión masiva. En esta “carrera hipersónica” el triunfo no se define sólo por quién dispara primero, sino por quién puede sostener la innovación, integrar la tecnología en su doctrina militar y adaptarse a los desafíos técnicos que implica operar a velocidades extremas.
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