La Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó por amplia mayoría una resolución que respalda la Declaración de Nueva York sobre el arreglo pacífico de la cuestión de Palestina y la implementación de la solución de dos Estados. El texto obtuvo 142 votos a favor, 10 en contra y 12 abstenciones, en una sesión que volvió a evidenciar las fracturas en torno al conflicto israelí-palestino.
Entre los países que se opusieron a la resolución figura Argentina, que acompañó la posición de Israel y de un reducido grupo de Estados contrarios a la iniciativa. Esta postura representa un cambio en la tradición diplomática argentina, históricamente favorable a las resoluciones multilaterales que promueven una salida negociada al conflicto.
La votación se produce en un momento de máxima tensión en Medio Oriente, con la guerra en Gaza todavía activa, miles de víctimas civiles y crecientes presiones internacionales para alcanzar un alto el fuego. En este contexto, la decisión de la Argentina se inscribe en la sintonía política con Israel que ha marcado la agenda del gobierno de Javier Milei, caracterizada por un fuerte alineamiento con Washington y Tel Aviv en foros internacionales.
Contexto regional e internacional
La resolución adoptada por la Asamblea General busca reafirmar el principio de la solución de dos Estados, un esquema defendido por la mayoría de los miembros de Naciones Unidas desde la década de 1990. Dicho principio plantea la coexistencia de un Estado palestino independiente junto a Israel, con fronteras mutuamente reconocidas y mecanismos de seguridad garantizados.

Sin embargo, las negociaciones llevan años estancadas, y la violencia recurrente en Gaza y Cisjordania ha debilitado la credibilidad de este marco. El rechazo de Argentina se suma a la de países como Estados Unidos e Israel, lo que refuerza un bloque minoritario que cuestiona la viabilidad de la iniciativa.

Implicancias para la política exterior argentina
La decisión de votar en contra tiene múltiples lecturas. Por un lado, ratifica la cercanía de Buenos Aires con Tel Aviv, fortalecida tras la visita de altos funcionarios argentinos a Israel y la cooperación en materia de seguridad y tecnología. Por otro, abre interrogantes sobre las consecuencias diplomáticas en relación con socios históricos y dentro del propio sistema de Naciones Unidas, donde Argentina había mantenido una imagen de actor moderador.
En el plano interno, la medida se enmarca en la estrategia internacional del gobierno de Milei, centrada en un alineamiento pleno con Estados Unidos e Israel y un distanciamiento de posiciones multilaterales tradicionales del país.
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