El discurso sobre el estado de la Unión de Ursula von der Leyen llegó en un momento crítico para Europa. A lo largo del verano, la Unión Europea enfrentó una tormenta perfecta: el acuerdo comercial con Estados Unidos, considerado desigual y humillante por gran parte de la opinión pública, el recrudecimiento de la guerra en Ucrania, la devastación en Gaza y desastres climáticos que arrasaron con más de un millón de hectáreas de bosques. A estos problemas se sumó la incapacidad de los Estados miembros para articular una respuesta unificada.

Una encuesta reciente en las principales economías de la UE reveló que el 52% de los europeos considera el acuerdo como una “humillación”, mientras que el 75% cree que Von der Leyen defendió mal los intereses de la región. La imagen de Bruselas quedó golpeada, y con ella, la de su presidenta.
La fragilidad europea también se evidenció en el frente bélico. Mientras Trump desplegaba gestos de acercamiento a Vladímir Putin, Moscú intensificaba los ataques en Ucrania y drones rusos cruzaban el espacio aéreo polaco, elevando el riesgo de un choque directo con la OTAN. Von der Leyen, que alguna vez se presentó como la líder de una “comisión geopolítica”, enfrenta hoy cuestionamientos por no haber logrado convertir esa ambición en poder real.
Reveses diplomáticos y fracturas internas
El conflicto en Gaza fue otro escenario donde las divisiones europeas quedaron al descubierto. Más de 64.000 muertos y una crisis humanitaria en la franja no lograron generar consensos para imponer sanciones duras contra el gobierno de Benjamin Netanyahu. El tibio anuncio de congelar fondos y sancionar a ministros extremistas llegó demasiado tarde para quienes consideran que la UE perdió relevancia en Medio Oriente.
A nivel interno, la polarización se intensifica. Socialistas y populares, los dos bloques más influyentes del Parlamento Europeo, atraviesan tensiones crecientes mientras la extrema derecha gana terreno. La amenaza de mociones de censura contra la Comisión, impulsadas tanto por la derecha radical como por la izquierda dura, muestra hasta qué punto la figura de Von der Leyen está bajo fuego cruzado.

A esta presión política se suma la desconfianza ciudadana. Ursula von der Leyen fue reconocida en su primer mandato por decisiones firmes durante la pandemia y la transición climática, pero hoy se enfrenta a críticas que la acusan de debilidad y concesiones frente a Washington y Moscú.
¿Un liderazgo en retroceso?
El verano cruel dejó claro que la Unión Europea no logra articularse como potencia en un escenario internacional marcado por la competencia geopolítica. Mario Draghi lo sintetizó: la economía ya no basta, la geoeconomía y la seguridad definen el nuevo tablero global. Y Europa, según sus críticos, sigue jugando al ajedrez en medio de un combate de boxeo.

Sin embargo, incluso dentro de Bruselas reconocen que la UE carece de las herramientas necesarias para protegerse de líderes imprevisibles como Trump y de potencias agresivas como Rusia.
La vulnerabilidad europea quedó expuesta, y con ella, la fragilidad de un liderazgo que llegó prometiendo convertir a la Comisión en un actor global, pero que hoy lucha por mantener cohesión y credibilidad.
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