La condena de Jair Bolsonaro en el juicio por golpe de Estado que lleva adelante la Corte Suprema de Brasil trasciende el destino personal del expresidente: marca un punto de inflexión para la democracia brasileña y abre un escenario de tensiones políticas y diplomáticas. Una sentencia en su contra no solo lo inhabilitaría de manera permanente para competir en elecciones, sino que también consolidaría la capacidad del sistema judicial de enfrentar intentos de ruptura institucional, al tiempo que profundiza la división social y agudiza la crisis con EE.UU.
Cómo avanza el juicio en la Corte Suprema
El juicio contra Jair Bolsonaro en la Corte Suprema de Brasil se centra en acusaciones de haber articulado una vasta conspiración destinada a desconocer los resultados de las elecciones de 2022. Según los fiscales, el plan incluía no solo la difusión de dudas infundadas sobre fraude electoral, sino también el reclutamiento de militares para ejecutar un golpe de Estado y hasta el presunto intento de asesinar al entonces presidente electo, Luiz Inácio Lula da Silva.

Hasta ahora, tres jueces (Alexandre de Moraes, Flávio Dino y Cármen Lúcia Antunes Rocha) ya han votado por condenar a Bolsonaro por los cargos de “golpe de Estado” y “abolición violenta del Estado democrático de derecho”, entre otros. El voto de los mencionados magistrados cumple con la mayoría necesaria de tres de los cinco jueces de la sala para emitir un veredicto. Solo Luiz Fux se opuso, argumentando falta de pruebas directas que vinculen al exmandatario con el complot.
Las consecuencias políticas y diplomáticas del fallo
La condena de Jair Bolsonaro por parte de la Corte Suprema de Brasil en el juicio por golpe de Estado supone un hecho sin precedentes en la historia democrática del país. Por primera vez, un expresidente y altos mandos militares son responsabilizados judicialmente por intentar subvertir el orden constitucional. El fallo no solo inhabilita de manera definitiva al exmandatario, sino que también envía un guiño a las Fuerzas Armadas de que el tiempo de la impunidad ha terminado. Al mismo tiempo, fortalece la narrativa de un Brasil decidido a blindar sus instituciones frente a la amenaza de líderes autoritarios, aun a costa de profundizar la polarización social.

En el plano externo, la condena ya escaló en un conflicto diplomático con EE.UU. El presidente Donald Trump, aliado político de Bolsonaro, calificó el proceso de “caza de brujas” y respondió con un paquete de represalias: aranceles del 50% a las exportaciones brasileñas, sanciones directas a los jueces del Supremo e incluso la cancelación de visas a varios magistrados. Estas medidas no solo presionan la economía brasileña, sino que también tensionan la relación bilateral en un momento clave para la estabilidad regional.
El desenlace de la sentencia definitiva, previsto para este viernes 12 de septiembre, marcará si el fallo se convierte en un punto de inflexión para la democracia brasileña o en el detonante de una crisis política aún más profunda.
Te puede interesar: Juez de la Corte Suprema de Brasil acusa a Bolsonaro de ser el líder del intento de golpe de Estado en 2022













