El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca encontró a Javier Milei como uno de sus aliados más cercanos en América Latina. La sintonía ideológica se expresó desde el inicio en gestos simbólicos, como la reunión en Mar-a-Lago y la narrativa compartida de “Make Argentina Great Again”. Gerardo Werthein, canciller argentino, reveló incluso que Trump suele bromear diciendo que Milei es “MAGA como yo”.
Ese vínculo personal se trasladó a la agenda política. Milei acompañó varias posturas de Washington en foros multilaterales: retiró al país de la Organización Mundial de la Salud, cuestionó el Acuerdo de París y puso en revisión compromisos internacionales en materia climática y sanitaria.

La afinidad también se plasmó en la diplomacia del reconocimiento. Milei recibió en Estados Unidos el premio Lion of Liberty Award, un gesto que consolidó la narrativa de cercanía con la administración republicana. Aunque la reunión bilateral prevista con Trump no pudo concretarse por cuestiones logísticas, el viaje reforzó la exposición internacional del presidente argentino bajo el paraguas ideológico conservador.
Promesas cumplidas y límites en el terreno económico
Uno de los logros más inmediatos del acercamiento fue el respaldo de Trump para destrabar un nuevo acuerdo de financiamiento con el FMI por 20.000 millones de dólares. Según trascendió, la presión de la Casa Blanca resultó determinante para que el directorio aprobara el crédito, pese a resistencias internas. Este hecho mostró cómo la relación política puede traducirse en beneficios financieros tangibles para la Argentina.
No obstante, el plano comercial cuenta otra historia. Estados Unidos mantuvo intactas las barreras arancelarias sobre productos sensibles para la economía argentina, como acero, aluminio, biodiésel, carne y cítricos.

Las negociaciones para un eventual tratado de libre comercio bilateral siguen sin señales firmes desde Washington. A pesar del entusiasmo de Milei, la tradición proteccionista de Trump vuelve a mostrarse como un freno estructural, donde la ideología compartida no alcanza para modificar intereses económicos de fondo.
Seguridad, diplomacia y proyección futura
Donde sí hubo avances fue en materia de seguridad. En julio, Patricia Bullrich firmó acuerdos con la secretaria de Seguridad Nacional de EE. UU., Kristi Noem, que incluyen cooperación en verificación de identidad, captura de prófugos y el relanzamiento del proceso para reincorporar a Argentina al Visa Waiver Program. Aunque la implementación puede demorar entre uno y tres años, el gesto fue celebrado como una victoria diplomática para Milei.

Esta continuidad de respaldo, que ya había existido bajo la administración Biden, confirma que en ciertos asuntos estratégicos la cooperación trasciende las diferencias políticas.
Con todo, persisten las contradicciones. La Casa Blanca exige a Buenos Aires reformas en propiedad intelectual y mantiene la presión sobre el acceso chino a minerales críticos como el litio, un recurso que multiplica el interés geopolítico en la relación bilateral. Argentina aparece entonces como un socio estratégico, pero condicionado, cuya capacidad de negociación sigue siendo limitada frente a los objetivos de Trump.
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