La guerra en Ucrania continúa profundizándose con un escenario de acusaciones cruzadas y crecientes tensiones diplomáticas. El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, afirmó que los líderes europeos están prolongando deliberadamente el conflicto y que, en realidad, “no desean la paz”. Sus declaraciones se producen en un contexto donde el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, insiste en mantener un encuentro directo con Vladimir Putin, algo que Moscú rechaza de plano.
Lavrov, en una entrevista concedida a NBC News, sostuvo que tanto él como el presidente Donald Trump “quieren la paz en Ucrania”, pero que las reacciones de las capitales europeas a las recientes reuniones en Washington y Anchorage evidencian lo contrario. El canciller ruso aseguró además que su país no ataca infraestructura civil, a pesar de que Ucrania y organismos internacionales han documentado múltiples episodios con víctimas civiles desde el inicio de la invasión en 2022.

La postura rusa contrasta con la línea de Washington. El vicepresidente estadounidense JD Vance señaló durante el fin de semana que Estados Unidos “seguirá intentando” mediar en las negociaciones, incluso afirmando que Moscú habría realizado “concesiones significativas” en los últimos contactos exploratorios. No obstante, esas afirmaciones no se han traducido en un canal formal de diálogo entre Kiev y Moscú.
Escalada militar y cifras devastadoras
Mientras tanto, el frente militar continúa generando cifras alarmantes. El Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Ucrania informó que Rusia ha perdido desde febrero de 2022 más de 1.076.000 soldados, incluyendo 870 bajas en las últimas 24 horas. El balance divulgado también menciona la destrucción de más de 11.000 tanques, 23.000 vehículos blindados, 1.200 sistemas antiaéreos, 422 aviones, 340 helicópteros y más de 53.000 drones. Estas cifras, que no han sido verificadas por fuentes independientes, grafican la magnitud del desgaste del ejército ruso tras más de tres años de enfrentamientos continuos.

El recrudecimiento de la ofensiva ucraniana también se refleja en ataques dirigidos contra instalaciones energéticas en territorio ruso. Durante el fin de semana, drones ucranianos impactaron contra el puerto de Ust-Luga, provocando un incendio en una terminal de exportación de combustible. Otro ataque alcanzó la refinería de Novoshakhtinsk, que se mantiene ardiendo tras cuatro días consecutivos. Ambas infraestructuras son claves para las exportaciones de petróleo rusas, en un momento donde la presión económica de las sanciones occidentales ya erosiona la capacidad de Moscú de sostener el esfuerzo bélico.
Impacto en los mercados energéticos
El recrudecimiento del conflicto también afecta a los mercados globales. Los precios internacionales del petróleo subieron este lunes, impulsados por el temor a nuevas sanciones estadounidenses y la posibilidad de que Ucrania intensifique sus ataques contra la infraestructura energética rusa. El barril Brent se ubicó en 68,13 dólares, mientras que el West Texas Intermediate alcanzó los 64,10 dólares.
Los analistas advierten que, aunque la OPEP+ busca incrementar la producción para estabilizar la oferta, la incertidumbre geopolítica introduce un factor de riesgo difícil de contener. El propio Trump advirtió que podría aplicar sanciones adicionales contra Rusia en caso de que no haya avances hacia un acuerdo de paz en las próximas semanas, además de amenazar con aranceles contra India por su compra de crudo ruso.

La paz, cada vez más distante
En este escenario, la posibilidad de una cumbre directa entre Putin y Zelenski parece lejana. Rusia ha rechazado públicamente esa opción, mientras que Ucrania insiste en que solo una negociación de alto nivel podría abrir un camino realista hacia el fin de la guerra. La falta de confianza entre las partes, sumada a la presión de actores externos con agendas propias, dificulta cualquier intento de mediación.
La narrativa rusa de que Europa busca perpetuar la guerra y no alcanzar un acuerdo de paz refleja la creciente fractura en el tablero internacional. Mientras tanto, las víctimas civiles y militares se multiplican, y los mercados globales siguen reaccionando a un conflicto que, lejos de encaminarse hacia una resolución, amenaza con intensificarse aún más.
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