En una lejana base militar estadounidense en Alaska, los presidentes Donald Trump y Vladímir Putin celebraron el viernes una esperada cumbre en el contexto de una relación entre Estados Unidos y Rusia que se encuentra en su punto más bajo desde la Guerra Fría.
Lo hicieron rodeados de cazas F-22 y F-35, los más avanzados de Estados Unidos, y en un territorio que alguna vez fue ruso, dejando toda sutileza afuera.
La guerra en Ucrania, iniciada con la invasión rusa de 2022, es quizás el frente más claro entre ambos países y echó la sombra más grande sobre la cumbre, en especial dado que Trump amenazó meses atrás con tomar medidas contra Rusia si esta no hacía la paz en un plazo que venció, justamente, el viernes.
“Tuvimos una reunión extremadamente productiva, acordamos en muchos puntos, y en otros estamos cerca. Hablaré con la OTAN y con Zelenski (presidente de Ucrania) al respecto”, dijo Trump, sin dar detalles sobre lo acordado y sin hacer referencia al plazo vencido.
Putin, por su parte, dijo que esperaba que “el acuerdo que hemos alcanzado juntos nos ayude a allanar el camino hacia la paz en Ucrania”. Y agregó: “Estamos convencidos de que para que la solución sea duradera y sostenible, necesitamos eliminar todas las raíces y causas principales de ese conflicto”.

La conferencia de prensa fue fugaz y no aceptaron preguntas, por lo que no está nada claro qué sigue ahora, ni la sustancia de este presunto acuerdo.
Pero sí sabemos que Ucrania no es el único punto contencioso: en la última década Washington y Moscú han estado desmantelando la arquitectura de control de armas nucleares que regía entre ambos países, desde el tratado INF hasta el New Start, al tiempo que sus arsenales nucleares y convencionales no han parado de crecer. Todo un símbolo del deterioro de relaciones a medida que Rusia se reconecta con sus ambiciones tras la debacle de la URSS y Estados Unidos intenta sostener su hegemonía ante el avance de China.
Y todo ello en un mundo sacudido por la guerra arancelaria lanzada por Trump a poco de iniciar su segundo mandato en la Casa Blanca, y que, entre muchas y variadas reacciones, parece estar apuntalando al grupo de los Brics, donde precisamente Rusia y China comparten un foro permanente.
Los antecedentes de las reuniones Putin con EE.UU.
Putin lleva en el poder 25 años, y se ha reunido con muchos presidentes estadounidenses. Incluso con Trump, durante su primer mandato (2017-2021). Estos encuentros con Trump nos dicen mucho sobre qué esperar de la actual cumbre en Anchorage, que se ha saldado sin grandes anuncios.
En total, se han reunido seis veces (contando la cumbre de Alaska) en forma oficial, y la última, antes de la reunión del viernes, ocurrió en 2019 durante el G20 en Japón.
Trump y Putin también se reunieron en las cumbres del G20 en Hamburgo (2017) y Buenos Aires (2018), y en la Cumbre de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) de 2017, pero su encuentro más importante fue el de Helsinki, Finlandia, en 2018.

Aquella cumbre tuvo un contexto muy diferente al de ahora, dominado por Ucrania: en esa oportunidad los líderes se reunieron mientras el fiscal Robert Mueller investigaba las acusaciones de injerencia rusa en las elecciones de 2016. Específicamente, la hipótesis de que la inteligencia rusa utilizó campañas direccionadas en redes sociales para perjudicar a la candidata demócrata Hillary Clinton y favorecer a Trump.
Había mucha expectativa sobre ese encuentro y la posibilidad de que Trump confrontara a Putin. Pero no lo hizo. Al contrario, dijo que Putin había sido “extremadamente sólido y fuerte en su negación” de responsabilidad rusa por la presunta injerencia.
“Mi gente (los jefes de inteligencia de EE.UU.) me dijo que creían que Rusia era responsable. Estuve con el presidente Putin, dijo que no fue Rusia. Diré esto: no veo razón para que haya sido”, dijo Trump en una conferencia de prensa posterior.

Los encuentros en el marco del G20 fueron aún más acotados en expectativas y resultados. El de Hamburgo, en 2017, fue quizás el más contundente, ya que llevó a un cese al fuego limitado en partes de Siria y algunas reducciones en las tensiones en Ucrania, donde en aquel momento se peleaba solo en el Donbas.
Pero quizás más simbólico fue lo sucedido en el G20 en Buenos Aires, en diciembre de 2018, cuando Trump canceló a través de Twitter la reunión prevista con Putin debido al incidente en el estrecho de Kerch ocurrido cuando, días antes, Rusia capturó tres buques ucranianos. Trump y Putin aun así hablaron, pero fue en forma privada durante una cena para líderes en la capital de Argentina.
“Las cumbres entre Estados Unidos y Rusia rara vez han producido buenos resultados”, escribió recientemente Emma Ashford en la revista Foreign Policy. “Un posible resultado de esta cumbre, por tanto, es una continuación de esta tendencia: una conversación entre Trump y Putin que haga poco para resolver los problemas actuales en juego”.
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