En un escenario global marcado por tensiones crecientes, Moscú confirmó que desarrolló un arsenal “importante” de misiles balísticos y de crucero de alcance corto e intermedio durante el período en el que regía una moratoria unilateral bajo el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF). El viceministro de Asuntos Exteriores, Sergei Ryabkov, declaró que si bien Rusia cumplió con la prohibición de desplegar estas armas mientras Estados Unidos también lo hacía, nunca detuvo la investigación ni el desarrollo de los sistemas.
La confirmación llegó pocos días después de que el Kremlin anunciara, el 4 de agosto, el fin formal de su moratoria, en lo que calificó como una “respuesta forzada” frente a las recientes acciones de Washington y sus aliados. El anuncio se produjo en la antesala del plazo límite impuesto por el presidente estadounidense Donald Trump para que Rusia acordara un alto el fuego en la guerra con Ucrania.

Un acuerdo clave de la Guerra Fría
El INF fue firmado el 8 de diciembre de 1987 por el entonces presidente estadounidense Ronald Reagan y el líder soviético Mijaíl Gorbachov. Se trató de un hito histórico: por primera vez las dos superpotencias nucleares no solo acordaban reducir parte de sus arsenales, sino eliminar por completo una categoría de armas —los misiles balísticos y de crucero lanzados desde tierra con alcances de entre 500 y 5.500 kilómetros— y prohibir su desarrollo futuro.
El tratado, que entró en vigor el 1 de junio de 1988, estableció inspecciones presenciales para verificar el cumplimiento y derivó en la destrucción de 2.692 misiles hasta 1991. Washington eliminó sistemas como el Pershing II y el BGM-109G, mientras que Moscú desmanteló misiles SS-20, SS-4, SS-5, SS-12 y SS-23, entre otros. Además, el acuerdo evitó el despliegue previsto de nuevas armas de este tipo en países de la OTAN como Países Bajos, Bélgica, Reino Unido, Alemania e Italia.

Origen de las negociaciones
El impulso para controlar este tipo de misiles surgió tras la introducción soviética de los SS-20 en la segunda mitad de la década de 1970, que mejoraron de forma cualitativa la capacidad de ataque nuclear contra objetivos en Europa. En 1979, la OTAN respondió con la denominada estrategia de “doble vía”: abrir negociaciones para el control de armas mientras desplegaba misiles estadounidenses de alcance intermedio en el continente, como el Pershing II y misiles de crucero lanzados desde tierra.
El cambio de liderazgo en la URSS, con Gorbachov asumiendo en 1985, permitió destrabar las conversaciones. Un año más tarde, el alcance de las negociaciones se amplió para incluir todos los misiles de alcance intermedio a nivel global, lo que allanó el camino para el acuerdo final.
Los mecanismos de verificación
El INF incorporó un sistema de inspecciones exhaustivas: intercambios de información sobre localización y cantidad de sistemas, inspecciones con preaviso corto y monitoreo de instalaciones de producción. Las partes se comprometieron a no interferir con las capacidades de reconocimiento satelital y a no ocultar misiles o lanzadores durante el proceso de verificación.
Aunque las inspecciones presenciales concluyeron en 2001, las medidas de vigilancia remota continuaron. El tratado estableció además la Comisión Especial de Verificación (SVC), encargada de resolver disputas y acordar mejoras a su implementación.

El deterioro del tratado
A partir de mediados de la década de 2000, Rusia comenzó a cuestionar el INF alegando que limitaba sus capacidades frente a países vecinos no signatarios, como China, que desarrollaban misiles de alcance intermedio sin restricciones. También objetó el despliegue estadounidense de sistemas antimisiles en Europa, que, según Moscú, podían emplearse para lanzar misiles prohibidos por el acuerdo.
En 2014, el Departamento de Estado de EE. UU. acusó formalmente a Rusia de desarrollar y probar un misil de crucero terrestre con un alcance prohibido. Las acusaciones se repitieron en informes posteriores y en 2017 Washington confirmó que Moscú había desplegado el sistema identificado como 9M729 (designación OTAN SSC-8). Rusia negó las violaciones y, a su vez, acusó a Estados Unidos de incumplir el acuerdo mediante el uso de lanzadores que podrían adaptarse para disparar misiles ofensivos y la operación de drones armados equivalentes a misiles de crucero terrestres.

El deterioro se aceleró durante el primer mandato de Donald Trump. En octubre de 2018 anunció la retirada de Estados Unidos del tratado, alegando incumplimiento ruso y preocupaciones por el arsenal chino. Washington suspendió sus obligaciones en febrero de 2019 y formalizó la salida el 2 de agosto de ese año. Moscú respondió con la misma medida y firmó un decreto que ponía fin a su participación.
Implicancias estratégicas actuales
Con el INF extinto, ni Rusia ni Estados Unidos enfrentan límites para desarrollar o desplegar misiles de alcance intermedio lanzados desde tierra. Este vacío normativo eleva el riesgo de una nueva carrera armamentística, particularmente en Europa y Asia. La reciente confirmación de Moscú de que avanzó en el desarrollo de estos sistemas durante la moratoria refuerza las preocupaciones sobre la estabilidad estratégica y la erosión del control de armamentos.
En paralelo, la incertidumbre se extiende a otros acuerdos vigentes. El Nuevo START, que limita el número de misiles estratégicos desplegados y sus cabezas nucleares, expira en febrero de 2026 y enfrenta un futuro incierto en medio del deterioro de las relaciones bilaterales y la guerra en Ucrania.
Expertos advierten que, sin marcos jurídicos que restrinjan el desarrollo y despliegue de misiles, las principales potencias nucleares podrían utilizar estas armas no solo como herramientas militares, sino como instrumentos de presión política, incrementando el riesgo de escalada en crisis internacionales.
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