El Pentágono confirmó que, por el momento, EE.UU. no tendrá un papel directo en la nueva ofensiva de Israel en Gaza, que incluye la ocupación de la ciudad de Gaza como parte de un plan aprobado por el gabinete de seguridad israelí. La portavoz del Departamento de Defensa, Kingsley Wilson, aseguró que, aunque Washington respalda los objetivos de paz en la región y está dispuesto a apoyar si el presidente lo ordena, no existe actualmente una participación militar activa en las operaciones anunciadas por el primer ministro Benjamin Netanyahu.
Gaza, el primer objetivo de la nueva campaña
La decisión israelí de ocupar Gaza marca un giro significativo en el conflicto de casi dos años con Hamás. Según el gobierno de Netanyahu, el plan forma parte de una toma de control por fases que busca consolidar el dominio militar sobre el enclave, tras meses de intensos combates y múltiples ciclos de ofensivas y retiradas. Desde el ataque del 7 de octubre de 2023, que dejó 1.200 muertos en Israel y 250 rehenes, la guerra ha devastado Gaza, con más de 60.000 palestinos muertos.

La operación se desarrolla en un contexto de alta tensión regional, con actores como Irán, Hezbolá y los hutíes yemeníes implicados en ataques contra Israel en apoyo a Hamás. La presencia de EE.UU. ha sido hasta ahora indirecta, limitada a apoyo político y eventual ayuda humanitaria, mientras la Casa Blanca mantiene el control de cualquier decisión sobre implicación militar. El Pentágono, en línea con este enfoque, reitera que su papel dependerá de una solicitud expresa del presidente, evitando por el momento una escalada que pudiera extenderse a nivel regional.
Gaza al borde del colapso humanitario
Mientras Israel avanza con su plan de ocupar Gaza, las agencias de la ONU alertan sobre un deterioro humanitario sin precedentes. Tras 22 meses de hostilidades, casi 12.000 niños menores de cinco años presentan desnutrición aguda, el 86% de las tierras cultivables ha quedado destruido o inaccesible, y el 91,8% de las escuelas resultó dañada. Los hospitales operan con tasas de ocupación que superan el 200% y miles de pacientes críticos aguardan evacuación médica.

La infraestructura básica está colapsada, con millones de personas desplazadas viviendo en condiciones de hacinamiento extremo y sin acceso regular a agua potable o saneamiento. Para Naciones Unidas y organizaciones humanitarias, el riesgo de hambruna y la propagación de enfermedades como meningitis y el síndrome de Guillain-Barré hacen urgente una entrada masiva de ayuda y la apertura de corredores seguros para evitar una catástrofe aún mayor.
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