La creciente expansión militar de China, impulsada por una transformación profunda en su industria de defensa y el desarrollo de tecnologías avanzadas, comienza a manifestarse en múltiples conflictos globales. Desde el uso de drones y cazas furtivos como el J-20, hasta ejercicios navales cerca de Australia y ventas de armamento a países como Irán y Pakistán, Pekín ya no es solo un actor económico, sino también una potencia con proyección estratégica.
China, potencia militar en ascenso
Durante décadas, el arsenal militar chino fue considerado por algunos como una copia rudimentaria del armamento soviético, incapaz de competir con potencias occidentales. En la actualidad, esa imagen quedó atrás. La reforma militar impulsada desde los años 90 ha dotado al país de capacidades tecnológicas inéditas. El desarrollo de cazas furtivos como el J-20 es prueba del salto cualitativo alcanzado por la aviación china. Este último es capaz de atravesar el estrecho de Tsushima y ser indetectable por radares japoneses, surcoreanos o estadounidenses

A ello se suman avances en misiles hipersónicos, integración de inteligencia artificial, drones de combate y capacidades navales más agresivas. La reciente operación naval no anunciada frente a las costas de Australia dejó en evidencia la capacidad de Pekín para proyectar fuerza más allá de sus mares cercanos, incluso amenazando activos sensibles como la base aérea de Amberley. Con ventas en aumento a países en conflicto como Pakistán e Irán, y con sistemas cada vez más competitivos frente a sus pares occidentales, China no solo expande su poderío militar, sino que también consolida su influencia en el tablero geopolítico global.
Un presupuesto militar mayor de lo que Pekín admite
El músculo militar de China no solo se explica por sus avances tecnológicos, sino también por la magnitud real de su presupuesto de defensa. Según un análisis de The Heritage Foundation, las cifras oficiales presentadas por el Partido Comunista Chino (PCC) en 2025, que sitúan el gasto en 245.000 millones de dólares (aproximadamente el 1,5% del PBI), son engañosas y omiten partidas clave. El Departamento de Defensa de EE.UU. estima que el presupuesto real podría ser entre un 40% y un 90% superior. Según esta línea, alcanzaría entre 330.000 y 450.000 millones.

Buena parte de esta opacidad proviene de la estrategia de “fusión civil-militar”. Dicha estrategia integra empresas estatales y privadas en el desarrollo de sistemas de armas, desde misiles hipersónicos hasta submarinos nucleares y cazas furtivos. Este entramado, difícil de rastrear en términos financieros, permite a Pekín mantener un ritmo sostenido de modernización militar sin que sus cifras reales se reflejen en los informes anuales de la Asamblea Popular Nacional.
Te puede interesar: China endurece control sobre minerales y pone en jaque al sector defensa de EE.UU.













