En un contexto de creciente presión en el frente de batalla, el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, Oleksandr Syrskyi, emitió el 5 de agosto una seria advertencia sobre la capacidad de Rusia para sostener y expandir su maquinaria militar, a pesar de las cuantiosas pérdidas sufridas desde el inicio de la invasión a gran escala en 2022.
Durante una reunión con mandos militares, Syrskyi confirmó que Rusia está avanzando con un ambicioso proceso de reestructuración y expansión de su fuerza terrestre, con el objetivo de conformar 10 nuevas divisiones para fines de 2025. Según el parte militar ucraniano, dos de esas divisiones ya se encuentran operativas y se estima que Moscú incorpora aproximadamente 9.000 soldados por mes, aun cuando el número de bajas continúa en aumento. Solo en julio, las fuerzas rusas habrían perdido más de 33.200 efectivos, superando por 800 las cifras del mes anterior. Desde febrero de 2022, las estimaciones ucranianas sugieren que más de un millón de soldados rusos han sido dados de baja en combate.

Lejos de evidenciar un quiebre de voluntad ofensiva, estos números reflejan una lógica de desgaste que Rusia parece estar dispuesta a sostener a largo plazo. “A pesar de las pérdidas, el enemigo está aumentando sus fuerzas en 9.000 hombres mensuales”, expresó Syrskyi.
Frente a este panorama, el alto mando ucraniano advirtió que no existe otra alternativa que acelerar los mecanismos internos de movilización, intensificar el adiestramiento militar y fortalecer el componente de guerra no tripulada, que se ha convertido en uno de los pilares tácticos del conflicto. Syrskyi también señaló que se están implementando reformas organizativas dentro del cuerpo militar ucraniano con el objetivo de mejorar la coordinación operativa y la eficiencia en el campo de batalla.
“Comprendemos la situación y sabemos lo que hay que hacer”, afirmó. “El enemigo va a incrementar la presión: nuestra tarea común es impedir que logren sus objetivos. Y vamos a cumplir con esa tarea”.
Un conflicto prolongado y adaptativo
Las declaraciones de Syrskyi no solo reflejan un diagnóstico táctico, sino también una lectura estratégica de la evolución de la guerra. En momentos en que la comunidad internacional debate sobre el sostenimiento del apoyo a Ucrania, y cuando las reservas de personal y material bélico se vuelven un factor cada vez más determinante, la advertencia del comandante busca preparar al país —y al mundo— para un conflicto de largo aliento, donde la capacidad de adaptación organizacional y la resiliencia social serán tan importantes como la potencia de fuego.

En este sentido, la referencia al “componente no tripulado” cobra especial relevancia: tanto Ucrania como Rusia han incrementado exponencialmente el uso de drones, misiles guiados y sistemas autónomos para suplir limitaciones logísticas y maximizar el impacto en objetivos estratégicos. La guerra del futuro ya no es solo una proyección, sino una realidad en evolución que redefine doctrinas, estructuras y prioridades presupuestarias.
Contexto internacional y consecuencias
Las declaraciones de Syrskyi llegan en un momento en que las conversaciones de paz en Turquía se encuentran estancadas y el frente oriental —particularmente en las regiones de Donetsk y Járkiv— se ha vuelto el epicentro de un combate de desgaste sin precedentes. Mientras tanto, las Fuerzas Armadas ucranianas enfrentan desafíos crecientes en materia de rotación de tropas, mantenimiento de equipos occidentales y presión social interna ante nuevas rondas de movilización.
La consolidación de nuevas divisiones rusas también podría tener implicancias directas en otros escenarios, como la frontera con Bielorrusia, el Mar Negro o incluso Transnistria, donde Moscú mantiene activos varios frentes híbridos.
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