En un nuevo capítulo de tensiones geopolíticas, el FBI inauguró en 2025 su primera oficina permanente en Nueva Zelanda, con el objetivo explícito de contrarrestar las crecientes amenazas atribuidas a China en la región del Indo-Pacífico. La medida, calificada como “histórica” por el director del FBI, Kash Patel, completa así la presencia del organismo en los cinco países que integran la alianza de inteligencia Five Eyes. Pekín, por su parte, rechazó categóricamente las acusaciones, calificándolas de infundadas y propias de una mentalidad de Guerra Fría.
Reacciones ante la nueva oficina del FBI
Con la apertura de su oficina en Wellington, Nueva Zelanda dejó de ser el único país de la Alianza de los Cinco Ojos (Five Eyes) sin una presencia directa del FBI, una omisión que ahora se corrige en un contexto de creciente preocupación por las supuestas amenazas que representa China en el Indo-Pacífico. El director de la agencia, Kash Patel, sostuvo que la iniciativa “demuestra que el FBI está priorizando una presencia permanente en todos los países aliados clave”, marcando así un hito diplomático y de inteligencia en 2025.

Sin embargo, desde Pekín, las declaraciones del FBI fueron rápidamente rechazadas. La embajada de China en Wellington denunció lo que considera un intento de “vilificación infundada” basado en una mentalidad de Guerra Fría. Según las autoridades chinas, este tipo de actos están “condenados al fracaso” por ir en contra de la voluntad de los pueblos. La movida estadounidense refleja el esfuerzo por consolidar un cerco de vigilancia en torno a las actividades chinas, mientras se amplían los pactos de defensa y cooperación en el Pacífico.
La Alianza Cinco Ojos bajo la lupa
La apertura de la oficina del FBI en Nueva Zelanda en 2025 no solo refuerza la cooperación entre los países angloparlantes frente a presuntas amenazas emergentes, especialmente las atribuidas a China, sino que también marca la consolidación de la Alianza de los Cinco Ojos como red de inteligencia global con presencia permanente en todos sus países miembros. Fundada tras la Segunda Guerra Mundial, la alianza (integrada por EE.UU., Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda) se ha convertido en una maquinaria de intercambio de inteligencia que desempeña un papel clave en la seguridad mundial, aunque no exenta de controversia.

Voces críticas señalan que la intensificación de este tipo de estructuras también despierta preocupaciones sobre derechos civiles, privacidad digital y la posibilidad de una vigilancia excesiva. Casos como las revelaciones de Snowden en 2013 siguen resonando, recordando que en nombre de la seguridad, las democracias también enfrentan el riesgo de erosionar libertades fundamentales. En este clima, 2025 reabre un viejo debate: ¿hasta dónde es legítimo vigilar para proteger?
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