La pesquería de krill antártico alcanzó un volumen sin precedentes en la temporada 2024-2025, acercándose peligrosamente al límite autorizado por la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA). Hasta el 30 de junio, se habían capturado 518.568 toneladas, lo que representa el 84% del tope estacional de 620.000 toneladas. Si la tendencia continúa, la cuota será superada en las próximas semanas, lo que obligará al cierre anticipado de la actividad por primera vez en la historia.

El krill antártico, un pequeño crustáceo que habita en grandes cardúmenes en aguas heladas, constituye la base de la cadena alimentaria para especies como ballenas, focas y pingüinos, y cumple además una función crítica en la absorción de dióxido de carbono, ayudando a regular el clima planetario.
Sobrepesca en áreas críticas y ausencia de regulación efectiva
Según el documento confidencial, algunas de las zonas más expuestas registraron incrementos del 60% respecto al mismo período del año anterior. Esta concentración de esfuerzo pesquero en regiones limitadas genera un impacto desproporcionado sobre la fauna marina que depende del krill para sobrevivir. La distribución espacial del esfuerzo también preocupa a los expertos: “La mayoría de la captura proviene de un área cada vez más reducida”, alertó Peter Hammarstedt, director de campaña de Sea Shepherd Global.

La sobreexplotación ocurre en un contexto de estancamiento político dentro de la CCRVMA. En 2023, los 27 países miembros, entre ellos Estados Unidos, China y Rusia, no lograron alcanzar un acuerdo para establecer un nuevo sistema de gestión pesquera ni para crear una reserva marina en la región de la Península Antártica, uno de los ecosistemas más vulnerables del planeta. La falta de consenso bloqueó medidas que podrían haber limitado el impacto de las capturas o diversificado la presión sobre los bancos de krill.
Riesgo ecológico y responsabilidad internacional
Científicos y organizaciones ambientalistas advierten que el desequilibrio ecológico ya es evidente. Las concentraciones de krill reducidas afectan directamente a las poblaciones de depredadores superiores, que no pueden desplazarse con la misma velocidad o cobertura que los barcos industriales. El riesgo de colapso funcional del ecosistema antártico no es solo una advertencia científica, sino una amenaza concreta en curso.
“La comunidad internacional está dejando pasar una oportunidad histórica para proteger un ecosistema clave para el equilibrio oceánico global”, alertaron desde diversas organizaciones de conservación marina, al tiempo que reclamaron mayor transparencia y voluntad política para adoptar medidas preventivas.

Si se confirma el cierre anticipado de la temporada, sería la primera vez que se interrumpe la actividad pesquera en la región por haber alcanzado el tope de capturas. Un hecho que, lejos de interpretarse como una medida de gestión efectiva, revelaría la incapacidad del sistema multilateral para actuar preventivamente ante señales de sobreexplotación.
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