La crisis de financiamiento en Ucrania se profundiza en medio de una guerra cada vez más costosa y la falta de avances en reformas clave exigidas por los aliados occidentales. Con un déficit creciente y un flujo de ayuda internacional cada vez más incierto, el país enfrenta un panorama económico alarmante. Este último podría impactar no solo su estabilidad interna, sino también su capacidad de sostener el esfuerzo bélico frente a Rusia.
Ayuda occidental en riesgo por la falta de reformas
La situación financiera de Ucrania para 2026 es crítica. Apenas un tercio de los 65.000 millones de dólares necesarios han sido comprometidos, según el gobernador del Banco Central, Andriy Pyshnyi. El gasto en defensa, que este año alcanzará un récord de 2,6 billones de grivnas (31% del PBI), impide redirigir recursos a otros sectores. Mientras tanto, los ingresos estatales dependen casi por completo de los aliados occidentales, quienes han aportado 139.000 millones de dólares desde el inicio de la invasión. Sin embargo, el cansancio financiero y el incumplimiento de metas clave en materia de reformas amenazan con demorar los próximos desembolsos.

Las tensiones aumentaron luego de que el presidente Zelenski tomara control de las principales agencias anticorrupción, generando protestas internas y desconfianza en Bruselas. Aunque se presentó un nuevo proyecto de ley para restaurar la independencia de estos organismos, el daño político ya está hecho. Expertos advierten que, si bien Europa no abandonará a Ucrania, la asistencia externa estará sujeta a un escrutinio más estricto. Este escenario puede ralentizar la llegada de fondos en un momento en que el país no puede permitirse esperar más tiempo.
Zelenski cede antes las protestas y da marcha atrás a los cambios en materia de anticorrupción
Tras semanas de tensión, el Parlamento ucraniano aprobó por unanimidad la restauración de la independencia de las principales agencias anticorrupción del país, revirtiendo una polémica reforma que otorgaba al fiscal general, designado por el presidente, el control sobre causas sensibles. La medida fue adoptada luego de una ola de protestas masivas en Kiev y de la presión directa de aliados europeos, preocupados por el retroceso democrático y el impacto en los programas de asistencia financiera.

La crisis comenzó el 22 de julio, cuando el oficialismo aprobó una enmienda que debilitaba al Buró Nacional Anticorrupción (NABU) y a la Fiscalía Anticorrupción (SAPO), desatando una inmediata reacción ciudadana. Aunque el presidente intentó justificar los cambios alegando injerencia rusa, analistas y legisladores de la oposición denunciaron un intento de blindar a figuras cercanas al poder. La rectificación fue recibida con alivio, pero dejó en evidencia la creciente desconfianza tanto dentro del país como entre los socios internacionales.
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