El presidente de Rusia, Vladímir Putin, mantiene un sólido índice de aprobación del 86%, según datos recientes recopilados por la agencia de estadísticas Statista. Esta cifra se sostiene pese al aislamiento internacional, las sanciones impuestas tras la invasión a Ucrania en 2022 y el prolongado conflicto militar que atraviesa su país.

Este nivel de apoyo no es un hecho aislado. A lo largo de los últimos 25 años, Putin ha logrado preservar una aprobación superior al 60% en la mayoría de los periodos, incluso en contextos de crisis económicas, protestas sociales o enfrentamientos con potencias occidentales. Este patrón sostenido refleja tanto la fortaleza de su aparato político como las limitaciones del sistema democrático ruso en su forma actual.
Un cuarto de siglo en el poder consolidado
El 26 de marzo de 2000, Vladímir Putin fue elegido presidente por primera vez, con el 53,4% de los votos. Asumió formalmente como sucesor de Borís Yeltsin, quien había renunciado a fines de 1999. En aquel momento, Putin ya ocupaba el cargo de primer ministro y ejercía la presidencia de forma interina.

Desde entonces, Putin ha consolidado su liderazgo mediante una combinación de reformas institucionales, control sobre los medios de comunicación y el debilitamiento de la oposición política. En 2008, al agotarse el límite constitucional de dos mandatos consecutivos, dejó temporalmente la presidencia para asumir como primer ministro, mientras su aliado Dmitri Medvédev ocupaba el cargo principal. La alternancia fue meramente formal: el poder de decisión siguió concentrado en Putin.
En 2012, ya con la Constitución modificada para extender los mandatos presidenciales de cuatro a seis años, Putin volvió a presentarse y ganó con el 63,6% de los votos. A partir de entonces, su permanencia en el Kremlin se volvió un dato estructural del sistema político ruso.
Reforma constitucional y horizonte 2036
Tras ser reelegido nuevamente en 2018, Putin enfrentó el llamado “problema de 2024”, momento en que la legislación vigente lo inhabilitaba para un nuevo mandato. Ante ello, en enero de 2020 impulsó una profunda reforma constitucional que fue aprobada y oficializada en 2021. La clave de esta modificación residía en un cambio en los límites del mandato presidencial, donde, aunque se establecía un máximo de dos mandatos a lo largo de la vida, se excluían expresamente los períodos anteriores a la entrada en vigor de la reforma.

De concretarse este escenario, se convertiría en el líder ruso con más tiempo en el poder, superando incluso a Joseph Stalin, quien gobernó entre 1927 y 1953.
La perspectiva de una permanencia extendida plantea interrogantes sobre la estabilidad del sistema político ruso a largo plazo y sobre la posibilidad de una eventual transición ordenada del poder. Por ahora, la popularidad de Putin y la ausencia de una oposición significativa lo posicionan como figura dominante del escenario político ruso por tiempo indefinido.
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