Las tensiones geopolíticas entre Brasil y Estados Unidos se intensificaron durante las últimas semanas, involucrando disputas comerciales y diplomáticas, y una competencia estructural por la influencia regional y el futuro del sistema financiero internacional. Aunque las figuras de Luiz Inácio Lula da Silva y Donald Trump dominan la superficie del conflicto, lo cierto es que esta confrontación refleja una rivalidad de larga data sobre el rol hegemónico en América del Sur, el control de los flujos digitales y la arquitectura monetaria global.

Siguiendo al especialista, James Bosworth, la amenaza de Trump de imponer aranceles del 50 % a productos brasileños a partir del 1 de agosto no responde exclusivamente a su guerra comercial global, sino también a una serie de consideraciones políticas dirigidas puntualmente a Brasil. Entre ellas, su apoyo y simpatía explícita a Jair Bolsonaro —inhabilitado políticamente y procesado por el intento de golpe tras las elecciones de 2022—, y el rechazo del Partido Republicano a las políticas brasileñas de regulación de redes sociales, vistas como una afrenta a su concepción ideológica de la libertad de expresión.
Pero más allá de los liderazgos, la disputa se enmarca en un choque de visiones estratégicas sobre la política. Mientras Estados Unidos sostiene su tradicional rol dominante en el hemisferio, Brasil, como mayor potencia del Sur Global, busca consolidarse como referente regional autónomo. Lula, pese a los roces con Trump, parece haber encontrado en este conflicto una oportunidad política interna: la confrontación con Estados Unidos dividió al bolsonarismo y fortalecido su imagen pública a nivel interno, según las encuestas recientes. Sin embargo, esta pugna trasciende el oportunismo electoral y apunta a un modelo de desarrollo e integración regional alternativo al liderado por Washington.
El sistema monetario…
Un campo clave de disputa emergió en torno al sistema monetario. Brasil cuestionó abiertamente la centralidad del dólar en el orden financiero internacional, acusando a Estados Unidos de “armar” la interdependencia económica. Frente a esto, el Banco Central brasileño desarrolló tecnologías como Pix, un sistema de transferencias digitales públicas utilizado por más del 90 % de la población, que ha superado en eficiencia y adopción a muchas soluciones privadas internacionales, incluidas las estadounidenses.
Esta innovación fue percibida por Washington como una amenaza. Recientemente, el representante comercial, Jamieson Greer, inició una investigación de la Sección 301 alegando que Pix podría constituir una barrera “irrazonable” para empresas estadounidenses, pese a que su éxito se basa en la libre elección del consumidor brasileño.

En paralelo, el avance del DREX —la versión digital del real brasileño— generó nuevas suspicacias. Este proyecto de moneda digital del banco central coloca a Brasil entre los pioneros globales en CBDC (Central Bank Digital Currencies) y despertó la oposición del Partido Republicano, que teme que estas herramientas debiliten el dominio del dólar.
A esto se suman iniciativas como el acuerdo entre Verifone y PagBrasil para permitir pagos con Pix en territorio estadounidense, lo que ha encendido alarmas regulatorias en la administración Trump y entre los actores tradicionales del sistema financiero. Aunque aún enfrenta obstáculos legales, la posibilidad de que una tecnología brasileña gane terreno en EE. UU. refuerza la percepción de una competencia directa.
Más allá del ámbito bilateral, Brasil tiene margen para expandir su influencia monetaria en la región. Países como Argentina, Venezuela o Bolivia —con monedas locales devaluadas— podrían adoptar soluciones como Pix, ancladas al real, para resolver sus crisis de liquidez. Colombia, con su sistema fragmentado de pagos, también representa una oportunidad estratégica. Esta expansión no solo consolidaría a Brasil como actor regional hegemónico, sino que pondría en jaque la hegemonía del dólar en América del Sur. Así, el conflicto monetario no solo es plausible, sino inevitable, y su desarrollo podría redefinir el equilibrio geoeconómico regional.
BRICS e Israel, otros dos puntos claves en el distanciamiento de Trump y Lula
Por otra parte, en lo que respecta al plano multilateral, la participación activa de Brasil en los BRICS —alianza integrada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica— revela otro elemento que distanciaría aún más a Lula de la política estadounidense bajo el paraguas de Trump. Lula viene promoviendo una agenda común que busca reformar el sistema financiero global, reduciendo la dependencia del dólar y fortaleciendo mecanismos de cooperación entre países emergentes. Esta agenda forma parte de la estrategia más amplia de autonomía geopolítica y económica frente a Washington que mencionamos.

Del modo, otro factor que profundiza el distanciamiento entre ambos líderes es la crisis en Gaza. El referente de la izquierda brasileña adoptó una postura pública crítica hacia Israel, calificada por él mismo como un “genocidio” que supera cualquier precedente histórico fuera del Holocausto. En consecuencia, Brasil se sumó al proceso liderado por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia para acusar a Israel de crímenes contra la humanidad, una medida diplomática que tensiona aún más las relaciones con el tradicional aliado de Estados Unidos en Medio Oriente. Mientras Trump mantiene líneas más alineadas con Israel, la posición de Lula refuerza su reivindicación como líder de una diplomacia del Sur Global autónoma.
Todo responde a intereses estructurales de Brasil y Estados Unidos en el Sur Global
Lo cierto es que, aunque las personalidades de Lula y Trump agregan una capa de dramatismo al conflicto, la confrontación actual responde a intereses estructurales. El proyecto brasileño de una Sudamérica más autónoma, tecnológicamente soberana y monetariamente diversificada choca con los intentos de Estados Unidos de preservar su dominio en una región que se volvió un tema de interés en la agenda global, particularmente por lo que a recursos naturales refiere. Bajo cualquier liderazgo, el choque persistirá. Pero bajo Trump y Lula —dos figuras testarudas, antagónicas y simbólicamente enfrentadas, como las califica James Bosworth—, el conflicto parece ser más ruidoso, más volátil y más visible.
Te puede interesar: ¿Qué implica que Trump le haya impuesto aranceles a Brasil?













Excelente nota, de sumo interes y actualidad