Tras tres días consecutivos de intensos enfrentamientos a lo largo de la disputada frontera terrestre entre Tailandia y Camboya, el conflicto armado entre ambos países del Sudeste Asiático continúa escalando. Este sábado, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aseguró que logró interceder diplomáticamente para que los líderes de ambos gobiernos acuerden mantener conversaciones urgentes de alto al fuego. Según indicó el propio mandatario a través de su red Truth Social, advirtió a los dirigentes que suspendería cualquier acuerdo comercial con ellos si persistían las hostilidades.
La violencia estalló el jueves tras la explosión de una mina antipersonal que hirió a cinco soldados tailandeses, desatando una cadena de acusaciones cruzadas, ofensivas militares y bombardeos que rápidamente se extendieron a nuevas provincias, como Trat del lado tailandés y Pursat en Camboya, a más de 100 kilómetros de los focos iniciales. La escalada bélica ya provocó la muerte de al menos 33 personas —entre ellas civiles, soldados y un monje refugiado en una pagoda—, y obligó a más de 131.000 personas en Tailandia y 37.000 en Camboya a abandonar sus hogares, según datos oficiales de ambos países.

En medio de este contexto, Trump informó haber dialogado directamente con el primer ministro camboyano, Hun Manet y con el primer ministro interino de Tailandia, Phumtham Wechayachai. De acuerdo a su versión, ambos líderes estarían dispuestos a reunirse de forma inmediata con el objetivo de detener los combates y retornar a la mesa de negociaciones. Sin embargo, ni las embajadas de Tailandia ni de Camboya en Washington confirmaron oficialmente la realización del encuentro.
El trasfondo territorial del conflicto se remonta a una larga disputa por la soberanía de antiguos templos hindúes ubicados en puntos no demarcados de la frontera de 817 kilómetros, en particular el templo de Preah Vihear, adjudicado a Camboya por la Corte Internacional de Justicia en 1962. Las tensiones escalaron nuevamente en mayo pasado, cuando un soldado camboyano murió en una escaramuza, generando una ruptura diplomática y un refuerzo militar inmediato en la zona por parte de ambos Estados.
Durante la jornada del sábado, las denuncias se multiplicaron. El gobierno camboyano acusó a Tailandia de lanzar una ofensiva “premeditada, injustificada y violatoria de su soberanía”, mientras que las Fuerzas Armadas tailandesas negaron haber atacado civiles y denunciaron el uso de “escudos humanos” por parte del ejército camboyano. Asimismo, Bangkok responsabilizó a Phnom Penh por el presunto uso de artillería en zonas limítrofes con Laos, donde también se registraron daños colaterales.
En paralelo, la situación humanitaria se agrava. Según Human Rights Watch, ambos gobiernos están utilizando armamento pesado sin respetar el derecho internacional humanitario, y existen indicios del empleo de municiones de racimo, prohibidas en más de 100 países. Aunque ni Tailandia ni Camboya son signatarios de la Convención sobre Municiones en Racimo, su uso en áreas pobladas ha generado una condena inmediata de organizaciones humanitarias.

La gravedad de los acontecimientos motivó una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde se solicitó moderación, el fin inmediato de las hostilidades y la vuelta al diálogo pacífico. En este sentido, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), actualmente presidida por Malasia, también intensificó sus esfuerzos para facilitar una mediación. El primer ministro malasio, Anwar Ibrahim, afirmó que ambas partes mostraron apertura a su propuesta de cese del fuego, aunque Tailandia exige como condición previa que Camboya detenga por completo sus ataques.
Mientras tanto, la situación sobre el terreno sigue siendo inestable. En provincias como Sisaket y Surin, las autoridades tailandesas habilitaron refugios de emergencia en universidades y escuelas, cerraron al menos 852 instituciones educativas y siete hospitales.
A medida que aumentan los riesgos de una guerra de mayor escala, la presión internacional sobre Tailandia y Camboya para alcanzar una solución pacífica se intensifica. Aunque Trump intenta posicionarse como mediador, el desenlace del conflicto aún permanece incierto, con focos activos de combate, acusaciones mutuas y una población civil atrapada entre dos fuegos.
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