China expresó su “profunda preocupación” tras la escalada del conflicto armado en la frontera entre Tailandia y Camboya, donde enfrentamientos con artillería pesada y bombardeos aéreos han dejado al menos una docena de muertos. La reacción de Pekín llega en un momento delicado, dado su estrecho vínculo con Camboya y su interés en mantener la estabilidad en el sudeste asiático, región clave en la pugna estratégica entre China y EE.UU.
Disputas territoriales y consecuencias diplomáticas
Las tensiones entre Tailandia y Camboya volvieron a escalar el 24 de julio, cuando el ejército tailandés lanzó ataques aéreos contra objetivos militares camboyanos tras acusar a Phnom Penh de bombardear una base tailandesa con artillería pesada. Los enfrentamientos se extendieron por al menos seis puntos de la frontera compartida, una línea de 818 kilómetros con múltiples zonas en disputa. Según fuentes tailandesas, los ataques camboyanos provocaron la muerte de 12 personas, entre ellas un niño, y dejaron decenas de heridos. Camboya, por su parte, calificó los bombardeos tailandeses como agresión militar “no provocada y premeditada”.

El conflicto tiene profundas raíces históricas, marcadas por siglos de rivalidad y una demarcación fronteriza imprecisa. Aunque ambos países son miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), las tensiones bilaterales amenazan con socavar la estabilidad regional. La respuesta de China, socio cercano de Camboya y potencia influyente en la región, refleja su interés por evitar una mayor confrontación que afecte sus intereses estratégicos, incluido el acceso al Golfo de Tailandia y el equilibrio de poder frente a la presencia estadounidense.
Tailandia, entre la frontera y el fantasma del golpe
Más allá de sus consecuencias regionales, la escalada bélica con Camboya ha agitado las aguas políticas en Tailandia, donde la primera ministra Paetongtarn Shinawatra enfrenta crecientes presiones internas. Su vínculo familiar con el ex primer ministro Thaksin Shinawatra y la cercanía histórica con la familia Hun en Camboya ya han despertado sospechas de favoritismo entre sectores nacionalistas y militares. La filtración a finales de junio de una conversación telefónica en la que Paetongtarn criticaba a altos mandos del ejército y mostraba una actitud conciliadora hacia Hun Sen alimentó, en su momento, la narrativa de una líder débil e influenciable.

El conflicto fronterizo ha ofrecido a los militares tailandeses una oportunidad para recuperar protagonismo político en un país con una historia marcada por golpes de Estado. El actual clima de tensión, exacerbado por la retórica belicista, el cierre de fronteras y las sanciones cruzadas, amenaza con desestabilizar aún más la frágil democracia tailandesa. La posibilidad de elecciones anticipadas o incluso una intervención militar directa no puede descartarse, especialmente si la primera ministra no logra contener las críticas internas y reafirmar su liderazgo.
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