Según autoridades gubernamentales de Estonia, Rusia habría comenzado a reforzar sus sistemas de guerra electrónica ubicados cerca de su frontera. El ministro del Interior estonio, Igor Taro, confirmó que el ejército ruso trasladó equipos adicionales de interferencia de señales a la zona de Kingisepp, una localidad situada a unos 20 kilómetros de la frontera con Estonia.

Taro dijo que la agencia de seguridad interna del país ha estado en contacto con los militares rusos sobre el desarrollo de los movimientos, aunque Rusia no emitió comentarios afirmando o negando los hechos. Lo cierto es que este tipo de equipos ya se han utilizado en el campo de batalla contra Ucrania, con el objetivo de interrumpir las señales de navegación de los drones, causando también interferencias de GPS de los distintos sistemas de armas.
Acusaciones similares
En ocasiones anteriores, Estonia y países vecinos han acusado a Rusia del aumento de incidentes de interferencia de GPS en la región del Báltico, donde las tensiones aumentan día a día. Además, Estonia es uno de los miembros de primera línea en el flanco oriental de la OTAN, usualmente acostumbrado a observar de cerca los movimientos de Rusia cercanos a su frontera.

El año pasado se ha producido un fuerte aumento de este tipo de incidentes, especialmente sobre el mar Báltico. Finlandia, Polonia y funcionarios de la OTAN han expresado su preocupación por la intensificación de las interferencias rusas.
Estonia en pleno fortalecimiento militar
En este contexto de incertidumbre y aumento de ataques cibernéticos, sabotaje e interferencias electrónicas, Estonia avanza en su plan de fortalecimiento militar en su frontera con Rusia. El pasado mes de abril, se realizó la construcción de una nueva base operativa en las cercanías de Narva, ciudad limítrofe históricamente sensible por disputas territoriales no resueltas.

Según declaraciones del mayor general Vahur Karus a medios locales, la instalación buscaba enviar una señal clara de presencia estatal y disuasión en un contexto de creciente tensión regional, coincidiendo con la intensificación de actividades militares rusas en la frontera, donde Moscú ha establecido nuevas unidades de combate. La respuesta estonia, además de la base en Narva, incluye un programa de inversiones de 500 millones de euros para el desarrollo de infraestructura defensiva durante los próximos cuatro años.
Entre las obras previstas figura la construcción de una línea de defensa con unos 600 búnkeres de hormigón reforzado, distribuidos a lo largo de la región de Ida-Viru, el río Narva y zonas aledañas al lago Peipus. Cada búnker tendrá una unidad asignada para su mantenimiento, aunque no contará con presencia permanente, en paralelo, las Fuerzas de Defensa estonias están acumulando equipos de ingeniería como minas, alambre de púas y barreras antitanque conocidas como “dientes de dragón”, que se desplegarían rápidamente en caso de una incursión militar.
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