Rusia y Ucrania protagonizaron durante el fin de semana un intercambio masivo de ataques con drones y misiles que afectaron múltiples regiones de ambos países, generando víctimas civiles, daños a infraestructura crítica y un renovado clima de tensión internacional. Los hechos marcan uno de los intercambios más intensos desde el inicio de la guerra y confirman la creciente capacidad ofensiva de ambas partes para alcanzar blancos lejanos.
Durante la madrugada del lunes 21 de julio, la Fuerza Aérea de Ucrania informó que las fuerzas rusas lanzaron 450 amenazas aéreas, incluyendo 426 drones Shahed y distintos tipos de misiles, entre ellos Kinzhals hipersónicos, misiles de crucero Kalibr y misiles Kh-101. Las defensas ucranianas lograron interceptar al menos 224 objetivos, de los cuales 200 eran drones Shahed. Sin embargo, 23 ataques impactaron directamente en objetivos civiles y estratégicos a lo largo del país.

Los bombardeos dejaron al menos un muerto y más de 40 heridos en distintas regiones, afectando tanto a zonas urbanas como rurales. En Kiev, las explosiones causaron incendios en seis distritos, destruyeron un jardín de infantes, afectaron viviendas y dañaron estaciones de metro utilizadas como refugio improvisado. En barrios como Darnytskyi, Shevchenkivskyi y Dniprovskiy, se reportaron múltiples incendios y caída de escombros.
En Járkov, se registraron 12 impactos directos, algunos cerca de edificios residenciales, que dejaron al menos siete heridos y dañaron infraestructura de transporte, energía y telecomunicaciones.
También se reportaron ataques en las regiones de Dnipropetrovsk, Zaporiyia, Jersón, Donetsk, Ivano-Frankivsk, Sumy y Pavlohrad, afectando escuelas, campos agrícolas, líneas eléctricas, vehículos y viviendas. El uso combinado de drones de ataque, bombas planeadoras y explosivos lanzados desde el aire refleja la evolución táctica de Rusia en su campaña aérea.
Como contrapartida, Ucrania intensificó su ofensiva de largo alcance con drones que alcanzaron la región de Moscú y puntos clave del sur de Rusia, incluyendo una estación de tren en Rostov y una fábrica de municiones en Klimovsk, ubicada en el óblast de Moscú.
El gobernador de Rostov, Yuri Slusar, confirmó daños en la estación ferroviaria de Kamenolomni, así como la interceptación de drones en Novoshakhtinsk, Shakhty y Novocherkassk. En Moscú, según el canal de Telegram Mash, 13 drones fueron derribados mientras se dirigían hacia la capital rusa. Parte de los restos impactaron en el techo de un edificio residencial en Kievskoye, generando pánico entre los habitantes.

En Klimovsk, localidad que alberga una fábrica de cartuchos, se registraron explosiones cuyas causas aún no fueron confirmadas oficialmente. Ni el Ministerio de Defensa ruso ni las autoridades ucranianas se pronunciaron públicamente sobre estos ataques.
Durante el fin de semana, los drones ucranianos también provocaron el cierre parcial de varios aeropuertos en Moscú, lo que llevó a miles de pasajeros a dormir en el piso ante la cancelación masiva de vuelos. El alcalde de Moscú, Sergei Sobyanin, informó que las defensas aéreas derribaron 49 drones entre el viernes y el lunes por la mañana, sin reportar víctimas ni daños significativos.
El Ministerio de Defensa ruso confirmó que también fueron interceptados drones en Kursk, Kaluga, Bryansk, Tula y Lipetsk, lo que evidencia una estrategia ucraniana cada vez más centrada en objetivos internos rusos.
En medio de esta espiral de violencia, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski reiteró su llamado a iniciar negociaciones con Moscú durante la semana, mientras que el Kremlin, a través del vocero Dmitry Peskov, aseguró estar dispuesto a “avanzar rápidamente” hacia un acuerdo, aunque ratificó que su “objetivo principal” sigue siendo cumplir sus metas militares. La última ronda de diálogo, celebrada en Estambul en junio, fracasó tras apenas una hora de reunión, evidenciando la distancia entre las partes.
Las exigencias territoriales de Rusia siguen siendo un punto de quiebre. Ucrania, por su parte, mantiene su negativa a ceder territorio a cambio de paz.
El nuevo intercambio de ataques representa una escalada sostenida en un conflicto que, lejos de estabilizarse, continúa ampliando sus escenarios de confrontación. La guerra ha evolucionado hacia una guerra de desgaste con elementos tecnológicos, donde el uso masivo de drones, misiles hipersónicos y tácticas híbridas redefine los parámetros del combate.
La intensificación de los ataques en zonas alejadas del frente —como Kiev, Járkov o la propia región de Moscú— pone de manifiesto que ambos bandos están dispuestos a aumentar la presión militar en busca de una ventaja estratégica o una eventual reconfiguración de las condiciones para negociar.
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