Hace pocos días, el canciller ruso, Serguéi Lavrov, se reunió en Beijing con su homólogo chino, Wang Yi, en medio de crecientes tensiones sobre la guerra en Ucrania. Entre una guerra sin fin y que se recrudece con el tiempo, la búsqueda incesante de nuevos aliados y los peligros de una escalada violenta, China y Rusia enfrentan contratiempos que requieren de los mayores esfuerzos de sus gobiernos.

Serguéi Lavrov y Wang Li
Durante el conflicto ruso-ucraniano, el apoyo económico y diplomático chino ha sido vital para Rusia con el fin de sostener su campaña militar. Con el reciente giro de Estados Unidos hacia Ucrania y Europa, no solamente se fortalece el vínculo entre los dos poderes asiáticos sino también entra la posibilidad de que por primera vez China envie armamento letal a Rusia. La decisión de Donald Trump de proveer ayuda militar a Ucrania a través de la OTAN es una acción totalmente pragmática que sigue un lineamiento básico de la actual política exterior estadounidense: la no tendencia. Ya se tornó impredecible lo que hará Estados Unidos sobre sus aliados y enemigos, o sobre los conflictos internacionales de mayor envergadura. Por ejemplo, en Medio Oriente, el ataque a Irán no convergía con la política de no intervención en conflictos ajenos que sostuvo Trump desde su primera administración. Por su parte, Rusia ha intensificado los ataques aéreos sobre Kiev provocando más destrucción y muerte, sin dar claras señales de anhelar un acuerdo de paz como se había hablado previamente con el presidente Trump.

Serguéi Lavrov y Xi Jinping
Ante la amenaza de Estados Unidos de aumentar aranceles a Rusia en caso de no lograr un acuerdo de paz, el presidente chino Xi Jinping salió a respaldar a su aliado en un encuentro bilateral con el canciller Lavrov en el marco de la reunión de ministros de la Organización para la Cooperación de Shanghái (OCS). El mandatario chino sostuvo que ambos países deben incentivar el desarrollo y la cooperación mutua para hacer frente a preocupaciones de seguridad. Sin embargo, ante la condena de Occidente de apoyar al régimen ruso, el gobierno chino rechazó haber participado de manera directa o indirecta en la guerra en Ucrania. Como resultado, China ha mantenido cierta ambigüedad sobre este conflicto al no haber condenado públicamente las ofensivas rusas pero criticando también las sanciones de Occidente a su aliado estratégico.
Las recientes confrontaciones entre los grandes poderes parecen conformar un “diálogo de sordos” donde las acusaciones mutuas y el acercamiento entre los países de un mismo bloque son la cara visible de una crisis mayor que esconde guerra, muerte y destrucción en Ucrania. Además, este conflicto sirve como otra demostración de la bipolaridad vigente en el sistema internacional: ya no existe el alineamiento por países, sino por bloques globales, el inesperado apoyo de Estados Unidos a Ucrania mediante la OTAN es una prueba de ello. Dentro del bloque transatlántico, la Unión Europea y Estados Unidos intentan balancear contra los aliados asiáticos que comprenden a Rusia y China como grandes poderes. Esta polarización, por un lado, otorga cierto equilibrio de poder, pero por el otro, no es eficiente ya que la paz es la excepción y no la regla, siendo más comunes los enfrentamientos armados. El mundo no es multipolar, y no volverá a serlo por un largo tiempo.
En resumen, China y Rusia fortalecen lazos en medio de una escalada en Ucrania que cuenta con el apoyo armamentístico de Estados Unidos. Es esperable que la Organización de Cooperación de Shanghái (llamada también la “OTAN asiática”) sirva como centro de diálogo y cooperación a raíz de las mayores tensiones e incertidumbre sobre el futuro en Ucrania. La relación de “amistad sin límites” (según la proclamaron Vladimir Putin y Xi Jinping años atrás) entre China y Rusia se refuerza considerablemente, mientras que Occidente hace lo propio con el giro de Donald Trump al apoyar a Ucrania.
Te puede interesar: China rompe récord de superávit comercial tras estabilizarse las exportaciones a EE.UU.












