La conferencia celebrada en Bogotá los días 15 y 16 de julio de 2025 marca el inicio de un nuevo ciclo de multilateralismo protagonizado por países del Sur Global decididos a actuar sin la tutela de las potencias occidentales. Convocada por el Grupo de La Haya y copresidida por Colombia y Sudáfrica, la cumbre reunió en su primer día a más de 25 Estados que buscan aplicar medidas legales y diplomáticas concretas ante el escenario en Gaza, desafiando abiertamente la parálisis del sistema internacional tradicional y la hegemonía interpretativa del derecho internacional por parte de las potencias del Norte.
Gaza como punto de inflexión para el Sur Global
El Grupo de La Haya, conformado por ocho países del Sur Global, dio un paso decisivo en su objetivo de reposicionar el derecho internacional como herramienta activa y no subordinada a intereses geopolíticos. Durante la conferencia ministerial de emergencia en Bogotá, delegaciones de más de 25 países y representantes de organismos de la ONU debatieron medidas concretas para frenar lo que califican como genocidio en Gaza.

El evento fue hartamente representativo de una nueva realidad en gestación: el Sur Global ya no solo apela al sistema multilateral, sino que lo redefine, ejerciendo su capacidad soberana para aplicar sanciones, coordinar investigaciones y bloquear exportaciones estratégicas hacia Israel. Colombia y Sudáfrica, copresidentes del bloque, insistieron en la urgencia de pasar “de las palabras a la acción”, apuntando a la ejecución efectiva de órdenes de arresto emitidas por el Tribunal Penal Internacional, la suspensión de relaciones diplomáticas y la implementación de embargos.
Las implicancias internacionales de un nuevo bloque
El impulso del Grupo de La Haya también deja al descubierto las limitaciones de las potencias occidentales para seguir controlando el marco normativo global. Iniciativas como la conferencia en Bogotá representan un desafío abierto al monopolio interpretativo que históricamente han ejercido EE.UU. y sus aliados, apostando por la acción colectiva independiente. El hecho de que el grupo excluya a regímenes autoritarios como Rusia, Irán o Venezuela se alinea con su objetivo estratégico: evitar críticas de doble moral y consolidar una legitimidad basada en principios.

Sin embargo, este nuevo liderazgo no está exento de riesgos. La presión ejercida por Washington contra figuras como la relatora de la ONU Francesca Albanese, sancionada por sus críticas a Israel, expone que quienes se atreven a desafiar el statu quo pueden enfrentar represalias diplomáticas, económicas o simbólicas. La cumbre de Bogotá no solo proyecta una ruptura con el viejo orden, sino que marca el inicio de un experimento geopolítico sin precedentes: un Sur Global dispuesto a actuar como sujeto jurídico activo en la arena internacional, con consecuencias que podrían reconfigurar el futuro de la política global.
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