El presidente Donald Trump ha amenazado con imponer aranceles del 100% a Rusia y sanciones secundarias de hasta el 500% a países que colaboren con las exportaciones energéticas del Kremlin, como parte de su estrategia para forzar negociaciones de paz con Ucrania. En paralelo, el Senado estadounidense analiza un proyecto de ley que ampliaría las facultades presidenciales para sancionar a terceros actores que faciliten estas operaciones.
Presionada por las restricciones occidentales, Moscú ha reforzado sus envíos de gas natural licuado (GNL) desde Yamal, en Siberia, hacia los mercados asiáticos.

El Iris forma parte de la “flota fantasma” de Rusia, diseñada para evadir sanciones mediante prácticas como el uso de registros falsos, apagado de transpondedores, operaciones encubiertas y esquemas opacos de propiedad. La terminal Arctic LNG 2 aumentó su producción hasta los 14 millones de metros cúbicos diarios a finales de junio, un volumen suficiente para abastecer a más de 13.000 hogares estadounidenses durante un año.
Rusia apuesta a la Ruta Marítima del Norte para conectar con Asia
Con el deshielo del Ártico, Moscú busca explotar la Ruta Marítima del Norte como alternativa a las rutas sancionadas. Esta vía, transitable entre junio y noviembre, le permitiría abastecer de GNL a Asia sin pasar por canales controlados por Occidente. Rusia espera triplicar sus exportaciones de GNL para 2030, objetivo que depende de la capacidad de EE. UU. y la UE para reforzar sanciones sobre transporte, seguros e intermediarios involucrados en estas operaciones.

El 26 de junio, el precio spot de referencia del GNL para el noreste asiático (JKM) alcanzó los 12,86 dólares por millón de BTU, máximo estacional. Atraídos por los descuentos rusos, compradores asiáticos han recurrido al GNL ruso pese a las sanciones. Japón y China se consolidaron como los principales clientes de Moscú este año, con importaciones de 3,1 y 3 millones de toneladas, respectivamente.
La crisis en Medio Oriente impulsa la demanda asiática de GNL ruso
Los conflictos en Medio Oriente, como la reciente guerra de 12 días entre Irán e Israel, han generado temores sobre la seguridad del suministro energético, lo que impulsa el atractivo del GNL ruso como alternativa. Durante el conflicto, los precios del crudo Brent y del GNL JKM aumentaron un 18% y un 14%, respectivamente.

Con la mediación de Trump y el anuncio de un alto el fuego, los precios del gas en Europa (TTF) cayeron un 14% y se estabilizaron. Aun así, persisten dudas sobre la estabilidad regional. En este escenario, el GNL ruso se presenta como una opción menos expuesta a interrupciones estratégicas, aunque los compradores asiáticos deben considerar el costo reputacional y el riesgo de sanciones futuras.
Limitaciones estructurales y nuevos desafíos para el Kremlin
A pesar del repunte de producción en Arctic LNG 2, Rusia enfrenta serias dificultades para colocar su gas. Mientras que el segundo tren de licuefacción comenzó a operar en mayo, el primero permanece inactivo, con los tanques llenos. Parte del GNL producido entre octubre y diciembre de 2024 permanece en almacenamiento flotante ante la falta de compradores, lo que evidencia el impacto de las sanciones.
La prohibición del transbordo de GNL ruso en puertos europeos, en vigor desde marzo de 2025, ha agravado la situación. Las rutas terrestres tampoco ofrecen soluciones viables: aunque China posee infraestructura gasífera conectada con Rusia, su reticencia a facilitar el tránsito hacia terceros países del sudeste asiático y su creciente influencia sobre Gazprom limitan su utilidad para Moscú.
Alternativas hacia el sur, como corredores a través de Asia Central o Irán, enfrentan obstáculos logísticos y riesgos geopolíticos. La expansión del gasoducto Power of Siberia 2 es parte de la estrategia rusa para consolidar sus ventas a China, especialmente tras la suspensión de compras chinas de GNL estadounidense debido a aranceles.
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