La cumbre entre la Unión Europea y China prevista para el 24 de julio en Pekín, que inicialmente iba a conmemorar cinco décadas de relaciones diplomáticas, llega en un clima marcado por la desconfianza y el deterioro de los vínculos bilaterales. En lugar de representar una oportunidad para reforzar la cooperación ante el proteccionismo estadounidense, el encuentro se perfila como un nuevo punto de inflexión en una relación comercial y geopolítica cada vez más tensa.

La elección de trasladar la sede de la cumbre a China, con la expectativa de reunirse directamente con Xi Jinping, refleja tanto la importancia simbólica que le otorgan los europeos como su frustración ante la posibilidad de ser recibidos solo por el primer ministro Li Qiang. En ese contexto, las autoridades comunitarias cancelaron una reunión económica preparatoria, a lo que China respondió suspendiendo las visitas planeadas de Ursula von der Leyen a empresas tecnológicas en Hefei.
Comercio, subsidios y déficit: el desequilibrio estructural
Los principales puntos de fricción giran en torno al comercio y la seguridad. La Comisión Europea acusa a Pekín de distorsionar el mercado mediante subsidios estatales que afectan la competencia, especialmente en sectores estratégicos como el automotriz. En los primeros seis meses del año, las exportaciones chinas hacia la UE crecieron un 7%, mientras que las importaciones desde Europa cayeron un 6%, acentuando el déficit estructural. En 2023, el volumen total de exportaciones chinas hacia la UE alcanzó los US$606.000 millones, más de lo enviado a Estados Unidos.
Uno de los sectores más afectados es el de los vehículos eléctricos. Según datos de Schmidt Automotive, los autos eléctricos representan más del 21% del mercado europeo, y uno de cada diez será de origen chino este año.

En paralelo, la decisión de China de restringir las exportaciones de tierras raras y productos relacionados ha provocado interrupciones en sectores clave como el aeroespacial, el automotor y el de semiconductores. Algunos proveedores europeos se han visto forzados a suspender la producción. La presidenta de la Comisión Europea calificó la maniobra como un acto de “chantaje” y dominación.
Seguridad, Rusia y ciberataques: creciente hostilidad estratégica
El respaldo de China a Rusia en la guerra contra Ucrania es otra fuente crítica de tensión. Según Bruselas, empresas chinas han suministrado componentes sensibles que han permitido a Moscú sostener su maquinaria militar. En la visión de Pekín, una derrota rusa podría desestabilizar el equilibrio estratégico global y redirigir la presión de Washington hacia China. En línea con esa lógica, el canciller Wang Yi ha reafirmado el carácter estratégico de la “alianza sin límites” entre ambos países.

Tras un ataque al Ministerio de Relaciones Exteriores de República Checa, Bruselas denunció un patrón creciente de “actividades cibernéticas maliciosas”, lo que llevó a la jefa de política exterior del bloque, Kaja Kallas, a advertir que la UE está dispuesta a imponer costos a China por su comportamiento.
Del otro lado, Pekín observa con preocupación los gestos de solidaridad de los países europeos hacia Taiwán. El año pasado, dos buques de guerra alemanes atravesaron el estrecho de Taiwán, en el primer tránsito de este tipo en dos décadas. La prensa oficial china ha acusado a la UE de respaldar a “separatistas” taiwaneses y de seguir una política exterior subordinada a Washington.
Fragmentación europea y la estrategia china de bilateralización
Frente a la creciente tensión con Bruselas, China ha optado por intensificar sus vínculos bilaterales con Estados miembros influyentes, en particular Alemania y Francia. Wang Yi visitó ambos países tras reunirse con autoridades comunitarias, mientras que el canciller alemán Friedrich Merz prepara una misión económica a China antes de fin de año. Alemania representa cerca del 40% de las exportaciones europeas hacia China, lo que otorga al país una influencia considerable dentro del bloque.

Para observadores como Jin Ling, del Instituto de Estudios Internacionales de China, la fragmentación dentro del bloque europeo representa una ventaja para la diplomacia china, que prefiere negociar con capitales nacionales antes que con Bruselas.
La cumbre en Pekín, lejos de marcar un nuevo capítulo de cooperación, podría consolidar el alejamiento entre ambas potencias comerciales. La disputa entre China y la Unión Europea, más que un desacuerdo puntual, refleja un desacoplamiento estructural que se profundiza en el plano económico, tecnológico y geopolítico.
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