Un reciente informe del Financial Times reveló que Estados Unidos ha comenzado a presionar a Australia y Japón para que se comprometan anticipadamente a participar en una eventual guerra en el Estrecho de Taiwán. La estrategia fue impulsada por Elbridge Colby, subsecretario de Defensa para Política, quien ha buscado garantías privadas de que Canberra utilizará los submarinos nucleares acordados en el pacto AUKUS para respaldar operaciones militares contra China, incluso antes de que dichos submarinos hayan sido entregados.

Las autoridades australianas rechazan esta presión por considerarla una intromisión en su soberanía y una imposición sobre decisiones estratégicas que deberían corresponder a futuros gobiernos electos. Aunque los submarinos sean fabricados con tecnología estadounidense, la propiedad y uso de los mismos recae legalmente en Australia, lo que refuerza la negativa de Canberra a asumir compromisos automáticos ante escenarios militares aún hipotéticos.
La presión de Washington amenaza con desestabilizar el equilibrio político interno de Australia
La maniobra de Colby, que contaría con el respaldo implícito de la administración Trump, apunta a ampliar el alcance operativo de AUKUS más allá de su diseño inicial. Pero la medida ha generado inquietud tanto en círculos diplomáticos como entre analistas de defensa. La presión sobre Australia se suma a otros gestos similares ejercidos previamente sobre los países miembros de la OTAN, a quienes Washington ha demandado un aumento sostenido en el gasto militar. Ahora, parece ser el turno de los aliados del Indo-Pacífico.

Esta clase de demandas, realizadas sin contemplar el contexto político local, puede debilitar a los socios más firmes de Washington en la región.
Para el gobierno de Albanese, que enfrenta una oposición interna cada vez más atenta a los vínculos militares con Estados Unidos, el margen de maniobra es limitado. Mostrarse demasiado alineado con Washington, especialmente bajo la presidencia de Trump, podría debilitar su posición frente a un electorado que valora la autonomía estratégica australiana y su creciente vínculo económico con China.
El debate por AUKUS y las lecciones no aprendidas de Washington
El manejo torpe de esta situación recuerda errores pasados en la diplomacia estadounidense con aliados estratégicos. Desde la década de 1980, diferentes administraciones han comprendido que las fricciones deben manejarse de forma confidencial, evitando tensiones innecesarias que puedan escalar públicamente.

La apuesta puede resultar contraproducente. Las presiones podrían fortalecer las voces críticas dentro del Parlamento australiano que cuestionan la orientación actual de la política exterior y de defensa. Además, aumentan las dudas en torno a la viabilidad del AUKUS a largo plazo, especialmente si Washington insiste en transformarlo en un mecanismo de alineamiento automático frente a China.
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