El despliegue de un moderno sistema de misiles estadounidenses en Filipinas marca un nuevo capítulo en la estrategia militar de EE.UU. en el Indo-Pacífico. A finales de abril, los Marines de Estados Unidos trasladaron por primera vez el sistema NMESIS a la isla de Basco, en el remoto archipiélago filipino de Batanes, a menos de 200 kilómetros de Taiwán. El gesto, que forma parte de los ejercicios militares anuales con Manila, provocó una inmediata reacción de China, que movilizó un grupo aeronaval a menos de 5 kilómetros náuticos del territorio filipino.
Una nueva estrategia para disuadir a China
El NMESIS (Navy Marine Expeditionary Ship Interdiction System) no es el arma más potente del arsenal estadounidense, pero sí una de las más difíciles de detectar: liviana, móvil, montada sobre Humvees robotizados y capaz de esconderse en las colinas verdes de las islas Batanes. Según explicó el general filipino Michael Logico, la presencia del sistema “envió una señal clara” y demuestra que las fuerzas aliadas se están preparando activamente para impedir una ofensiva china contra Taiwán.

El objetivo de esta nueva doctrina es claro: disuadir a China antes de que inicie una invasión. Con marines distribuidos en islas estratégicas a lo largo de la primera cadena insular —que va de Japón a Filipinas— Estados Unidos busca bloquear posibles rutas de desembarco y dificultar la salida de buques chinos hacia el Pacífico. “El elemento de incertidumbre es clave”, explicó el coronel retirado T.X. Hammes, especialista del National Defense University. “Unidades pequeñas y móviles obligan a Pekín a pensarlo dos veces”.
Dilemas técnicos y políticos en un escenario incierto
A pesar de los avances, el despliegue presenta desafíos. La movilidad plena del NMESIS está pensada para ser operada desde naves anfibias livianas, pero hasta ahora EE.UU. no ha construido ninguna. Además, existe preocupación sobre la vulnerabilidad de las señales electrónicas que emiten los equipos, lo que podría facilitar su detección por parte de Pekín. Por ello, los marines trabajan en versiones más avanzadas y en variantes que integren misiles de largo alcance como el Tomahawk, que extenderían su rango a más de 1.600 kilómetros.

En el plano político, la presencia militar estadounidense en el norte filipino genera inquietud en autoridades locales. Aunque EE.UU. sigue siendo popular en el país, algunos temen convertirse en blanco de un conflicto regional. La situación se torna aún más incierta de cara al escenario electoral de 2028: la vicepresidenta Sara Duterte —hija del expresidente Rodrigo Duterte, conocido por sus acercamientos a China— podría redefinir el rumbo de la política exterior filipina si llega al poder.
A su vez, persisten dudas sobre el compromiso de Donald Trump con la defensa de Taiwán y de aliados como Filipinas. No obstante, los mandos militares estadounidenses aseguran estar concentrados en mejorar sus capacidades. “Cada vez que entrenamos, somos un poco mejores, más fuertes”, afirmó el teniente general Michael Cederholm tras supervisar los ejercicios en Batanes.
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