Ante el recrudecimiento de la rivalidad entre EE.UU. y China, los países más pequeños y medianos de Europa han desarrollado estrategias nacionales particulares para sobrevivir y, en algunos casos, hasta aprovechar, esta tensión geopolítica. Desde la confrontación directa hasta el equilibrio pragmático, estas respuestas reflejan tanto la diversidad del continente como los desafíos de sostener la soberanía estratégica bajo presiones crecientes de las superpotencias.
Aliados firmes o socios selectivos
Lituania representa el caso más emblemático de alineación total con Estados Unidos. Su postura pro-Taiwán, con la apertura de una oficina de representación en Vilna y su salida del formato “16+1”, provocó duras represalias comerciales por parte de China. Aunque el país ha ganado respeto en Bruselas y Washington, la vuelta de Trump plantea un dilema: si el compromiso de EE.UU. con la defensa de Lituania se debilita, su posición geopolítica podría volverse especialmente vulnerable.

Rumania, por su parte, ha adoptado una estrategia menos radical pero igualmente significativa. Desde 2019 ha congelado casi por completo sus lazos con Pekín: excluyó a Huawei de sus redes 5G, canceló inversiones nucleares chinas y dejó de participar activamente en iniciativas chinas. Esta política de esquivar a China fue motivada por recomendaciones de seguridad de EE.UU. y por la decepción ante promesas incumplidas de inversión china. El resultado ha sido una relación fría pero estable, sin choques abiertos ni dependencia estructural.
Equilibrio pragmático y tensiones latentes
Hungría ofrece un ejemplo singular de “apuesta dependiente del camino”: el gobierno de Orbán ha tejido estrechos lazos con el movimiento MAGA en EE.UU., mientras promueve una fuerte relación económica con China, especialmente a través de inversiones en vehículos eléctricos y baterías. Esta posición, sin embargo, se vuelve cada vez más incómoda: un endurecimiento de la política estadounidense hacia sus aliados con vínculos chinos podría colocar a Budapest en una posición insostenible frente a Bruselas y Washington.

Portugal y Grecia, aunque con estilos distintos, han intentado mantener el equilibrio. Portugal defiende un enfoque “universalista”, manteniendo buenas relaciones con Washington y Pekín sin alinearse completamente con ninguno. Sin embargo, la presión de EE.UU. sobre temas como 5G y minerales críticos, junto al giro de la UE hacia el “de-risking”, pone en entredicho su tradicional neutralidad. Grecia, mientras tanto, refuerza su papel estratégico en seguridad con EE.UU., a través del puerto de Alexandroupolis y la base de Souda Bay, pero mantiene activos sus lazos económicos con China, incluyendo el puerto del Pireo. En ambos casos, las tensiones globales limitan cada vez más el margen de maniobra.
Te puede interesar: Rusia y China refuerzan su cooperación militar en el Ártico y desafian a EE.UU.














