A más de tres años del inicio de la invasión a gran escala de Ucrania, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, continúa rehusándose a declarar oficialmente la guerra. A pesar de más de un millón de bajas, ataques diarios con misiles y drones, y una economía enfocada en la industria militar, el Kremlin mantiene el eufemismo de “operación militar especial”, una narrativa diseñada para minimizar el impacto interno y evitar una movilización general impopular.

En este sentido, el debate sobre una posible declaración formal se reactivó tras la reciente “Operación Telaraña”, una ofensiva ucraniana que provocó inquietud al interior del Kremlin. Según reporta el medio Kyiv Independent, sectores de línea dura estarían presionando a Putin para escalar el conflicto con una declaración oficial que permita represalias a gran escala y mayor control del aparato estatal. Sin embargo, analistas coinciden en que Rusia ya está librando una guerra total en términos prácticos contra Ucrania, y que formalizarla conllevaría graves riesgos políticos.
“Putin se ha protegido en esta guerra al aislar los efectos directos de la misma de la mayoría de la población rusa. Pero tan pronto como esto empieza a extenderse y a ser sentido por una mayor parte de la población rusa, es cuando se mete en más problemas”, declaró Karolina Hird, subdirectora del equipo de Rusia en el Instituto para el Estudio de la Guerra, al Kyiv Independent.
Pero, ¿qué significaría una declaración de guerra rusa?
Dado ese hipotético contexto, los dos factores principales que entrarían en juego son la economía rusa y el pueblo ruso. Pero, “la economía rusa ya está en pie de guerra”, afirma Federico Borsari, experto del Centro de Análisis de Políticas Europeas. Para este 2025, Moscú destinará el 6,3% de su PIB al sector defensa, el nivel más alto desde la Guerra Fría. La producción militar opera en múltiples turnos diarios, con un notable aumento en la fabricación de misiles, drones y vehículos blindados. Datos de la inteligencia militar ucraniana indican que la producción de misiles balísticos ha crecido un 66% en el último año.

Aun así, el principal problema para una escalada es la movilización de personal. Desde el inicio del conflicto, el Kremlin evitó el reclutamiento obligatorio a gran escala, optando por incentivos económicos para atraer voluntarios. Esta estrategia, según expertos, está alcanzando su límite. “Rusia aún dispone de reservas humanas en regiones periféricas, pero no serán suficientes para mantener el ritmo actual de bajas más allá de 2026”, advierte Borsari.
Implicancias geopolíticas para Putin
En el plano geopolítico, una declaración formal complicaría aún más la posición de Rusia. “Putin ya no podría simular ante actores internacionales, como Donald Trump, que su interés se limita a Donetsk y Crimea”, señaló el analista Shea. Además, destruiría la narrativa rusa de que no representa una amenaza directa para la OTAN, alimentando el rearme europeo y estadounidense.

Por ahora, Putin parece inclinado a mantener la ambigüedad con Ucrania. Tal como afirma la experta Karolina Hird, del Instituto para el Estudio de la Guerra: “Rusia ya está librando una guerra abierta, y no hay mucho más que pueda hacer sin poner en juego su estabilidad política”.
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