En el tercer año de su ofensiva militar en Ucrania, Rusia ha comenzado a desplegar una nueva generación de drones diseñados para resistir las avanzadas capacidades de guerra electrónica de Kiev. Según informó el Financial Times, se trata de vehículos aéreos no tripulados descritos como “ininterferibles”, una categoría que remite a sistemas que operan sin necesidad de conexión GPS y que emplean navegación inercial combinada con algoritmos de aprendizaje automático.

El desarrollo y despliegue de esta nueva tecnología responde a dos factores principales. Por un lado, al estancamiento de las fuerzas rusas en el campo de batalla, con una capacidad ofensiva mermada por las bajas humanas y la fatiga operativa. Por otro, a la necesidad de sustituir los drones iraníes Shahed-136, ampliamente utilizados pero limitados en precisión y resistencia. Los nuevos sistemas buscan consolidar una ventaja táctica al neutralizar los escudos electrónicos ucranianos que han sido clave para interceptar ataques aéreos en los últimos meses.
El avance de la guerra de drones y la carrera tecnológica
La utilización creciente de drones por parte de Moscú —incluidos ataques de largo alcance contra infraestructura crítica— se ha enfrentado a una respuesta cada vez más sofisticada por parte de las fuerzas ucranianas y sus aliados. El uso de bloqueadores de señales, contramedidas electromagnéticas y sistemas de detección ha debilitado la eficacia de los drones convencionales rusos. En este contexto, la introducción de modelos supuestamente inmunes a interferencias representa una fase nueva en el conflicto: una carrera tecnológica que trasciende la superioridad numérica y se adentra en la innovación táctica.
Sin embargo, expertos militares y analistas se muestran escépticos frente a la etiqueta “ininterferible”. A pesar de las mejoras tecnológicas, ningún sistema es completamente inmune a la interferencia en un entorno de guerra electrónica activa.

El uso de navegación inercial combinada con inteligencia artificial supone una apuesta estratégica de Rusia para sortear los límites impuestos por las defensas electrónicas occidentales. No obstante, la efectividad real de estos sistemas aún debe ser comprobada en el terreno, en un contexto donde la guerra se ha vuelto un laboratorio para tecnologías emergentes de combate autónomo.
Un conflicto cada vez más definido por el desgaste y la automatización
La proliferación de drones autónomos evidencia cómo la guerra en Ucrania se ha convertido en una plataforma de ensayo para nuevas formas de combate, marcadas por la automatización, la interdependencia tecnológica y el desgaste prolongado. En paralelo, los desafíos estructurales persisten: mientras Rusia enfrenta una crisis de personal militar, con bajas crecientes y dificultades de reclutamiento, Ucrania lidia con escasez de municiones y demoras en la llegada de ayuda occidental.

Pero también abre dilemas éticos y operacionales sobre el grado de autonomía aceptable en el uso de armamento controlado por inteligencia artificial, en un contexto donde los errores pueden desencadenar consecuencias estratégicas significativas.
Con la implementación de estos drones “ininterferibles”, Moscú pretende modificar las reglas del juego aéreo en Ucrania. La eficacia real de esta tecnología determinará si se trata de un avance decisivo o de un nuevo capítulo en una guerra prolongada, donde la innovación y la resistencia siguen siendo las claves de la confrontación.
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