En un contexto internacional marcado por crecientes tensiones geopolíticas y amenazas híbridas, el Reino Unido presentó una ambiciosa estrategia de seguridad nacional que busca fortalecer sus capacidades frente a los nuevos riesgos globales. La National Security Strategy 2025 propone una inversión histórica del 5% del PBI en áreas clave como defensa, ciberseguridad y tecnología, con el objetivo de proteger a la población británica y garantizar su resiliencia ante escenarios inciertos.
Una estrategia integral ante un mundo más incierto
El Reino Unido dio a conocer su nueva estrategia de seguridad nacional para el año en curso, en la que adopta un enfoque más firme y coordinado para enfrentar un escenario internacional caracterizado por la competencia entre potencias, amenazas híbridas y el debilitamiento del orden multilateral. En el documento, se reconocen riesgos crecientes como los ciberataques, el terrorismo, la desinformación, y la actividad hostil de actores estatales como Rusia, Irán o China.

La estrategia comprende tres pilares: seguridad en el territorio nacional, fortaleza en el exterior y desarrollo de capacidades soberanas. El plan busca convertir al Reino Unido en un “objetivo más difícil” para sus adversarios, al tiempo que refuerza su peso geopolítico. Londres hace énfasis en que ya no es suficiente con gestionar riesgos, sino que se requiere una transformación estructural, involucrando reforzar la defensa del territorio, ampliar la resiliencia nacional y reconstruir las bases industriales y tecnológicas del país. En esta línea, se plantea un enfoque “de campaña”, es decir, una política de seguridad proactiva, multisectorial y adaptada al largo plazo
5% del PIB para defensa y seguridad nacional en 2035
Como parte central de su nueva estrategia, el primer ministro Keir Starmer anunció en la Cumbre de la OTAN de 2025 que el Reino Unido aumentará progresivamente su gasto en defensa y seguridad nacional hasta alcanzar el 5% del PIB para 2035. Esta decisión representa el mayor nivel de inversión desde la Guerra Fría y responde a un contexto de amenazas múltiples, desde la guerra en Ucrania hasta el auge de la inteligencia artificial con fines bélicos, pasando por la presión creciente de aliados como EE.UU. para fortalecer la postura defensiva europea.

Del total proyectado, un 3,5% del PIB se destinará a defensa convencional, mientras que el restante 1,5% cubrirá áreas no militares pero esenciales para la seguridad nacional. Según el gobierno británico, esta inversión busca no solo responder a los riesgos emergentes, sino también generar un “dividendo de defensa” con impacto económico interno: empleos, innovación y desarrollo industrial. El plan, sin embargo, no está exento de cuestionamientos, especialmente entre sectores que temen un desvío de recursos desde políticas sociales hacia el sector defensa.
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