La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) encendió una nueva señal de alarma ante el crecimiento exponencial del poderío militar chino y el posible escenario de una ofensiva contra Taiwán. En la antesala de la cumbre informal de la alianza en La Haya, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, expresó públicamente su preocupación por la acelerada expansión de las capacidades bélicas del gigante asiático y el impacto que una escalada en Asia podría tener en la seguridad del continente europeo.
“Tenemos relaciones estrechas con Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda precisamente porque estos países están profundamente preocupados por el gigantesco rearme que está llevando adelante China”, afirmó Rutte, quien asumió recientemente el liderazgo de la alianza. En su evaluación, el secretario general advirtió que una posible invasión a Taiwán no solo tendría consecuencias regionales: también podría activar una coordinación estratégica con Rusia, lo que colocaría a Europa en una situación de vulnerabilidad directa.

“Sabemos que si China decide avanzar sobre Taiwán, no cabe duda de que Xi Jinping llamaría a su socio menor, el señor Putin, para asegurarse de que nos mantenga ocupados en Europa”, sostuvo Rutte.
Rearme acelerado y amenaza latente
El análisis de la OTAN se fundamenta no solo en el despliegue militar de China en el estrecho de Taiwán, sino también en el salto cuantitativo y cualitativo de su industria de defensa. Según Rutte, mientras hace pocos años ninguna empresa china figuraba entre los principales contratistas armamentísticos globales, hoy entre tres y cinco compañías del país integran el top 10 del sector. Este avance refleja el fuerte impulso del Partido Comunista Chino por consolidar su poderío militar y proyectarlo más allá del Indo-Pacífico.
El contexto no es meramente teórico. En las últimas semanas, Beijing llevó a cabo maniobras militares de gran escala alrededor de la isla, involucrando decenas de buques de guerra y aeronaves en una simulación de bloqueo total. La respuesta de Taiwán no se hizo esperar: las Fuerzas Armadas desplegaron cazas, fragatas y ejercicios conjuntos de defensa costera para disuadir cualquier agresión directa del Ejército Popular de Liberación.

Estas maniobras no son nuevas, pero sí más frecuentes y agresivas. Según la evaluación occidental, responden a una lógica de presión sostenida por parte del régimen de Xi Jinping, que considera a Taiwán una provincia rebelde que debe ser reincorporada al territorio continental, incluso por la fuerza si fuera necesario. La presidenta taiwanesa, del Partido Democrático Progresista (DPP), mantiene una línea de firme defensa de la soberanía insular, estrechando alianzas con Estados Unidos y reforzando sus capacidades disuasorias.
Riesgo de guerra global y postura europea
La creciente posibilidad de un conflicto abierto preocupa a analistas, líderes políticos y militares de todo el mundo. Aunque muchos coinciden en que los costos de una invasión directa —militares, económicos y diplomáticos— aún disuaden a Beijing de avanzar, ya nadie descarta por completo el escenario de una confrontación total. Un conflicto armado por Taiwán podría sacudir los cimientos del orden internacional y desencadenar una guerra de alcance global.

En este marco, la OTAN subraya la necesidad de mantenerse alerta. “No podemos ser ingenuos. Tenemos que estar preparados”, enfatizó Rutte, quien también respaldó el aumento del gasto militar al 5% del PBI que los países miembros acordaron recientemente, en línea con la exigencia del presidente estadounidense Donald Trump.
La cumbre en La Haya, que se desarrolla entre el 24 y 25 de junio, busca justamente reforzar los lazos de cooperación política y militar frente a amenazas que trascienden las fronteras atlánticas. La preocupación por Rusia sigue presente —especialmente tras la anexión de Crimea y la guerra en Ucrania—, pero el foco también se desplaza hacia el Indo-Pacífico, donde China avanza con una agenda cada vez más desafiante para Occidente.
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