En un nuevo informe del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), el organismo advierte que las tácticas de la guerra en la actualidad están evolucionando. La creciente dependencia de armas remotas e indiscriminadas y el uso de sistemas no tripulados y más baratos hacen que se ponga en juego la proliferación de otro tipo de sistemas, como los misiles de doble capacidad (que pueden llevar ojivas nucleares o convencionales). En conjunto, estas tendencias podrían aumentar el riesgo de escalada internacional a nuevos niveles, como por ejemplo, nuclear.

Más allá del aumento del gasto militar global y la modernización de arsenales nucleares, el documento destaca que esta es una “transformación silenciosa pero profunda” en el arte de la guerra. Puntualmente, la irrupción de tecnologías emergentes están alterando las tácticas, los tiempos y los actores que conforman un conflicto armado.
Creciente dependencia de armas y tácticas remotas
Una de las tendencias clave del 2024, según el SIPRI, fue el cambio en la metodología de la violencia, destacándose las explosiones y la violencia a distancia -es decir, artefactos explosivos (incluidas bombas, granadas y artefactos explosivos improvisados, AEI), fuego de artillería o bombardeos, ataques con misiles, ataques aéreos o ataques de vehículos aéreos no tripulados (VANT) y otras armas pesadas ampliamente destructivas. En número, representaron más de 98 000 incidentes el año pasado.
El Instituto destaca que esta tendencia trae consecuencias perjudiciales para la población civil, que ya pueden observarse hoy día en diversas partes del mundo. Medio Oriente, Ucrania y el Sahel son zonas en las que se registraron niveles especialmente elevados de explosiones y violencia a distancia.

Y es que el aumento de la tecnología y su implementación en el campo de batallas es un dudas un punto de quiebre para los Estados, principalmente por su ingrediente innovador. No obstante, también plantea dilemas éticos y jurídicos: la tecnología de este tipo permite tomar decisiones en fracciones de segundo, sin intervención humana directa, ya sean drones autónomos o algoritmos de reconocimiento facial aplicados al combate urbano.
Un claro ejemplo de esta evolución es el actual conflicto entre Rusia y Ucrania. Si bien la guerra demostró que las tácticas de guerra convencional siguen funcionando, como el uso de la artillería o las trincheras, las tácticas autónomas y a la distancia son fundamentales. Se ha registrado el uso de perros-robot, armas cibernéticas y vehículos aéreos no tripulados armados, que terminan abaratando los costos económicos y reduciendo la pérdida de vidas en el frente.
El auge de los misiles de doble capacidad y sus riesgos
Otra de las tendencias remarcables son los misiles de doble capacidad o de “uso dual”, que pueden transportar ojivas nucleares o convencionales. Estos sistemas son ampliamente atractivos para muchos Estados, ya que plantean a los adversarios posibles retos en materia de determinación de objetivos y evaluación de amenazas.
En general, estos sistemas de doble capacidad presentan complicaciones tanto para la selección de objetivos como para la evaluación de la amenaza. Y es que este “entrelazamiento” de sistemas nucleares y convencionales aumentan el riesgo de que los conflictos convencionales se trasladen inesperadamente al ámbito nuclear.

En 2007, aviadores estadounidenses cargaron por error seis misiles de crucero nucleares en un bombardero B-52 en lugar de los sistemas de entrenamiento inertes que debían utilizarse. El bombardero voló por todo Estados Unidos hasta la base aérea de Barksdale, en Luisiana, donde permaneció sin vigilancia durante un día hasta que un oficial descubrió que los misiles llevaban cabezas nucleares. La Fuerza Aérea ignoraba que había cargado, volado y perdido el control de seis cabezas nucleares.
Cabe preguntarse, ¿estamos lo suficientemente lejos en la historia para que un accidente como tal no pueda ocurrir nuevamente? En palabras de Hans Kristensen, Matt Korda, Eliana Johns y Allie Maloney, los accidentes ocurren, y las armas nucleares no son inmunes a esta peligrosa realidad.
Inteligencia artificial y autonomía
Otro de los ejes más disruptivos es el uso creciente de inteligencia artificial (IA) en sistemas de armas. Que si bien son halagados internacionalmente por su funcionalidad y practicidad, también plantean un interrogante: ¿quién es responsable si un dron autónomo comete un error letal?
El SIPRI advierte que esta incertidumbre es por la falta de regulación internacional sobre armas autónomas, lo que podría desembocar en una carrera armamentista tecnológica donde la velocidad de desarrollo supere la capacidad de control político y legal. Similar situación ocurre con el desarrollo de tecnologías cuánticas aplicadas a la criptografía y la detección, que si bien aún se encuentran en una fase incipiente, estas herramientas podrían romper los sistemas actuales de encriptación y dar lugar a una nueva generación de espionaje y contrainteligencia.

Que las nuevas tecnologías están reconfigurando las guerras actuales es un hecho. Incluso hay nuevos “campos de batalla”, considerando que el SIPRI subraya el crecimiento exponencial de las capacidades cibernéticas ofensivas donde los Estados y actores no estatales despliegan ataques que van desde el sabotaje de infraestructuras críticas hasta la manipulación de información en redes sociales.
Pero si bien los avances tecnológicos son claves y necesarios, también difuminan la delgada línea entre guerra y paz. El protagonismo de sistemas automatizados, plataformas remotas y decisiones algorítmicas redefinen los roles de los individuos tanto en la cotidianeidad como en el campo de batalla.
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