- Bélgica mantiene congelados los activos rusos que podrían usarse para financiar a Ucrania
- La próxima reunión de la Unión Europea buscará llegar a un acuerdo
- Donald Trump ve esos fondos congelados como fichas de negociación en su esquema de paz con Moscú
La próxima cumbre del Consejo Europeo del 18 de diciembre llega con una meta ambiciosa: acordar cómo financiar a Ucrania en 2026–2027. La Comisión Europea y el FMI estiman que Kiev necesitará 135.700 millones de euros de apoyo externo en esos dos años, de los cuales 83.400 millones corresponden a necesidades militares. La Unión Europea prometió cubrir esa brecha, pero el problema es de dónde saldrá el dinero.

La respuesta “obvia” para muchas capitales era usar los activos rusos congelados en territorio europeo, y en particular los cerca de 180.000 millones de euros que permanecen bloqueados en Euroclear, el gigantesco depositario con sede en Bélgica. Pero ahí apareció el freno: el gobierno belga, por ahora, está bloqueando el esquema diseñado por la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen.
Por qué Bélgica se planta
El corazón del plan comunitario eran los llamados “préstamos de reparación”, es decir, tomar como garantía los activos rusos congelados (sobre todo los gestionados por Euroclear en Bruselas) y prestar a Ucrania unos 140.000 millones de euros para financiar la guerra y el funcionamiento del Estado. En paralelo, se buscaba usar otros 40.000 millones de euros para refinanciar el préstamo ERA (un crédito del G7 a Kiev respaldado por futuras ganancias extraordinarias generadas por esos mismos activos) y sumar unos 10.000 millones adicionales procedentes de reinversiones que maduran en el corto plazo.
En teoría, Ucrania solo devolvería ese dinero cuando Rusia pague reparaciones de guerra. Hasta entonces, los Estados miembros respaldarían el préstamo con garantías “incondicionales e irrevocables” proporcionales a su tamaño, asumiendo también los intereses en un período en el que la UE, además, necesita salir a los mercados a captar nuevo financiamiento. Pero el plan tenía huecos, ya que el documento no detallaba cómo se instrumentarían las garantías.

En este contexto, el primer ministro belga, Bart De Wever, considera que el esquema se parece demasiado a una “confiscación ilegal” de activos rusos, aunque se los presente como base de un préstamo de reparación y no como expropiación directa. El ministro de Exteriores Maxime Prévot fue todavía más tajante: incluso la versión recortada del plan —que rebajaba el apoyo proyectado de 140.000 a 90.000 millones— le pareció “absolutamente inaceptable”.
Euroclear, el depositario donde se concentran unos 180.000 millones de euros de activos rusos, está bajo jurisdicción de Bélgica, país que teme quedar en la línea de fuego jurídica y financiera si la UE va más allá del congelamiento y se acerca demasiado a la expropiación. Consciente de la resistencia, la Comisión Europea pasó de hablar de 140.000 millones en apoyo vía activos rusos a 90.000 millones para 2026–2027, donde la lógica era generar una señal de flexibilidad y facilitar un compromiso político en la cumbre del 18 de diciembre. Pero no funcionó, ya que Bélgica respondió con un “no” frontal incluso antes de ver la letra fina.
El factor Trump
El bloqueo belga no se explica solo por cálculos propios. En paralelo, Estados Unidos tiene sus propios planes con los activos rusos. El presidente Donald Trump ve esos fondos congelados como fichas de negociación en su esquema de paz con Moscú, ya que su idea es usar los activos rusos como financiamiento para la reconstrucción de Ucrania, pero bajo liderazgo estadounidense.
Según trascendió recientemente, la Casa Blanca estaría presionando a algunos Estados miembros de la UE para que no se alineen automáticamente con el plan de von der Leyen, preservando margen de maniobra para una eventual “gran negociación” posterior con Rusia. Por ahora, si Bélgica mantiene el bloqueo, los líderes europeos deberán presentar más alternativas, y posiblemente menos ambiciosas.
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