La estrategia de máxima presión de Washington sobre Nicolás Maduro sumó un nuevo capítulo con la incautación de un petrolero frente a las costas de Venezuela, confirmada por el propio presidente estadounidense Donald Trump. La operación, encabezada por la Guardia Costera de Estados Unidos con apoyo de unidades de la Marina, se produjo en aguas del Caribe en el marco de una campaña más amplia de interdicción marítima y aérea contra embarcaciones sospechadas de participar en redes de narcotráfico y evasión de sanciones.

Trump describió el buque capturado como “un gran petrolero, muy grande, el más grande incautado hasta ahora” y lo presentó como un paso más en la ofensiva contra un mandatario al que la justicia estadounidense acusa de narcoterrorismo. Según un funcionario citado bajo condición de anonimato, la acción se enmarca en facultades de aplicación de la ley y no en una operación de combate.
La respuesta de Maduro y la presión de Washington
Desde Caracas, Maduro evitó referirse directamente a la incautación del petrolero, pero aprovechó un acto político para lanzar un mensaje de confrontación: afirmó que Venezuela está preparada para “romperle los dientes al imperio norteamericano si es necesario” y sostuvo que solo el chavismo puede “garantizar la paz, la estabilidad y el desarrollo armonioso” en Venezuela, Sudamérica y el Caribe. El cruce retórico se inscribe en una fase de tensión en la que el régimen denuncia una supuesta ofensiva para forzar un cambio de gobierno, mientras Washington argumenta que busca desmantelar estructuras criminales y presionar a Caracas hacia una transición política.

La incautación llega además horas después de otro gesto de fuerza: el sobrevuelo de cazas estadounidenses sobre el Golfo de Venezuela, en lo que analistas describen como la aproximación más cercana al espacio aéreo venezolano desde el inicio de la actual campaña de presión. Ese movimiento se suma al despliegue del portaaviones USS Gerald R. Ford y a operaciones de bombarderos B-52 y aeronaves P-8A Poseidon en el Caribe y el Atlántico occidental, configurando la mayor presencia militar de Estados Unidos en la región en décadas.
Paradójicamente, la Casa Blanca mantiene también instrumentos de presión y concesión selectiva. Entre los gestos hacia Maduro en negociaciones previas estuvo la autorización a Chevron para retomar parcialmente la producción y exportación de crudo venezolano, un salvavidas financiero clave para el régimen. La incautación del petrolero y los recientes despliegues militares reconfiguran el Caribe como un escenario donde buques, cazas y sanciones financieras forman parte de una misma estrategia de presión escalonada sobre Venezuela.
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